La palabra homilía se deriva de la palabra griega homilia (de homilein), la cual significa tener comunión o tener interacción con una persona. En este sentido homilia se usa en 1 Cor. 15,33.
En Lucas 24,14, encontramos la palabra homiloun, y en Hch. 24,26, homilei, ambas usadas en el sentido de “hablar con”.
En Hch. 20,11, encontramos el término homilsas; aquí se usa por primera vez para denotar un sermón a los cristianos en relación con el partir del pan. Evidentemente era un discurso informal, o exposición de la doctrina, pues se nos dice que San Pablo “habló largo rato… hasta el amanecer”. De ahí en adelante la palabra se usó como señal del culto cristiano (San Justino, “Apol. I”, c. LXVII; Ignacio, “Ep. Ad PLyc.”, V).
— Orígenes comienza a distinguir entre homilía y sermón
Orígenes fue el primero en distinguir entre logos (sermo) y homilia (tractatus). Desde la época de Orígenes homilía ha denotado, y todavía denota, un comentario, sin una introducción formal, división o conclusión, de alguna parte de la Escritura, cuya meta es explicar el sentido literal, y desarrollar el sentido espiritual del texto sagrado. El último, como regla, es el más importante; pero si, como en el caso de Orígenes, se le da más atención al primero, la homilía se llama explicativa en lugar de moral o exhortatoria. Es la forma más antigua de predicación.
Se puede decir que Cristo mismo predicó en este estilo (cf. Lc. 4,16-20) y fue el tipo de predicación utilizado por los Apóstoles y los Padres al dirigirse a los fieles. En la "Primera Apología" de San Justino Mártir (c. LXVII) se lee: "En el día llamado domingo todos reunidos en el mismo lugar, donde se leían los memoriales de los Apóstoles y los profetas… y cuando el lector termina, el obispo pronuncia un sermón", etc.
— Homilías más antiguas
La más antigua homilía existente es la llamada Segunda Epístola de Clemente a los Corintios; sin embargo, ahora se admite generalmente que no es de Clemente (vea Bardenhewer, "Patrologi", tr Shahan, p. 29.).
Tenemos ciento noventa y seis de Orígenes; algunas de San Atanasio, aunque él era más un polemista que un predicador; las breves y antitéticas homilías de León I también han llegado hasta nosotros; y las más importantes son las de Gregorio I.
Otros autores de homilías son: Hilario, Ambrosio, Crisóstomo, Jerónimo, Agustín, Fulgencio, Isidoro, Beda, Bernardo y muchos otros.
Incluso después que el arte de la retórica influyó en la predicación, la forma de oratoria sagrada continuó, de modo que se reconocieron dos estilos de predicación: el estilo improvisado, sin pulir, o familiar, y el pulido, o preparado cuidadosamente. Buenos ejemplos de ambos se pueden ver en San Juan Crisóstomo, también en San Agustín. La homilía fue el estilo favorito de predicación en la Edad Media; y muchos de los sermones predicados entonces, a partir del uso frecuente de los Textos Sagrados.
— Tratamiento de la homilía
En la actualidad hay cuatro formas reconocidas de tratamiento de la homilía, pero no todas son igualmente recomendables.
El primer método consiste en tratar por separado cada frase del Evangelio. Este fue el método uniforme de San Anselmo, según se infiere de las dieciséis homilías que nos han llegado. No se recomienda, pues da, a lo mejor, solo un tratamiento fragmentario y disperso.
El segundo método es todo lo contrario; enfoca la totalidad del contenido del Evangelio en una sola idea. Usualmente se le llama “homilía superior”, y sólo difiere del sermón oficial o formal en la ausencia de introducción y peroración. Está claro que sólo ciertos evangelios pueden ser tratados de esta manera.
La tercera clase selecciona alguna virtud o vicio que surge del Evangelio, y trata uno o el otro con exclusión de todo lo demás. A esta clase de homilía se le llama comúnmente un “propenso”.
La cuarta clase es la que primero parafrasea y explica todo el Evangelio, y luego hace una aplicación de él. Éste, el método de San Juan Crisóstomo, parece ser el mejor, excepto donde se aplica la “homilía superior”, debido a que puede evitar el defecto que aqueja a la homilía, es decir, una tendencia a la falta de unidad y continuidad.
Las ventajas de la homilía son que es una forma de predicación que estuvo en uso desde el principio mismo del cristianismo; es simple y fácil de entender; provee una mejor oportunidad que el sermón oficial para entretejer la Sagrada Escritura.
En cuanto a su lugar en la Misa, la homilía es usualmente predicada después del Evangelio, pero San Francisco de Sales preferiría que viniese después de la Comunión.
Fuente: Enciclopedia Católica Online
En Lucas 24,14, encontramos la palabra homiloun, y en Hch. 24,26, homilei, ambas usadas en el sentido de “hablar con”.
En Hch. 20,11, encontramos el término homilsas; aquí se usa por primera vez para denotar un sermón a los cristianos en relación con el partir del pan. Evidentemente era un discurso informal, o exposición de la doctrina, pues se nos dice que San Pablo “habló largo rato… hasta el amanecer”. De ahí en adelante la palabra se usó como señal del culto cristiano (San Justino, “Apol. I”, c. LXVII; Ignacio, “Ep. Ad PLyc.”, V).
— Orígenes comienza a distinguir entre homilía y sermón
Orígenes fue el primero en distinguir entre logos (sermo) y homilia (tractatus). Desde la época de Orígenes homilía ha denotado, y todavía denota, un comentario, sin una introducción formal, división o conclusión, de alguna parte de la Escritura, cuya meta es explicar el sentido literal, y desarrollar el sentido espiritual del texto sagrado. El último, como regla, es el más importante; pero si, como en el caso de Orígenes, se le da más atención al primero, la homilía se llama explicativa en lugar de moral o exhortatoria. Es la forma más antigua de predicación.
Se puede decir que Cristo mismo predicó en este estilo (cf. Lc. 4,16-20) y fue el tipo de predicación utilizado por los Apóstoles y los Padres al dirigirse a los fieles. En la "Primera Apología" de San Justino Mártir (c. LXVII) se lee: "En el día llamado domingo todos reunidos en el mismo lugar, donde se leían los memoriales de los Apóstoles y los profetas… y cuando el lector termina, el obispo pronuncia un sermón", etc.
— Homilías más antiguas
La más antigua homilía existente es la llamada Segunda Epístola de Clemente a los Corintios; sin embargo, ahora se admite generalmente que no es de Clemente (vea Bardenhewer, "Patrologi", tr Shahan, p. 29.).
Tenemos ciento noventa y seis de Orígenes; algunas de San Atanasio, aunque él era más un polemista que un predicador; las breves y antitéticas homilías de León I también han llegado hasta nosotros; y las más importantes son las de Gregorio I.
Otros autores de homilías son: Hilario, Ambrosio, Crisóstomo, Jerónimo, Agustín, Fulgencio, Isidoro, Beda, Bernardo y muchos otros.
Incluso después que el arte de la retórica influyó en la predicación, la forma de oratoria sagrada continuó, de modo que se reconocieron dos estilos de predicación: el estilo improvisado, sin pulir, o familiar, y el pulido, o preparado cuidadosamente. Buenos ejemplos de ambos se pueden ver en San Juan Crisóstomo, también en San Agustín. La homilía fue el estilo favorito de predicación en la Edad Media; y muchos de los sermones predicados entonces, a partir del uso frecuente de los Textos Sagrados.
— Tratamiento de la homilía
En la actualidad hay cuatro formas reconocidas de tratamiento de la homilía, pero no todas son igualmente recomendables.
El primer método consiste en tratar por separado cada frase del Evangelio. Este fue el método uniforme de San Anselmo, según se infiere de las dieciséis homilías que nos han llegado. No se recomienda, pues da, a lo mejor, solo un tratamiento fragmentario y disperso.
El segundo método es todo lo contrario; enfoca la totalidad del contenido del Evangelio en una sola idea. Usualmente se le llama “homilía superior”, y sólo difiere del sermón oficial o formal en la ausencia de introducción y peroración. Está claro que sólo ciertos evangelios pueden ser tratados de esta manera.
La tercera clase selecciona alguna virtud o vicio que surge del Evangelio, y trata uno o el otro con exclusión de todo lo demás. A esta clase de homilía se le llama comúnmente un “propenso”.
La cuarta clase es la que primero parafrasea y explica todo el Evangelio, y luego hace una aplicación de él. Éste, el método de San Juan Crisóstomo, parece ser el mejor, excepto donde se aplica la “homilía superior”, debido a que puede evitar el defecto que aqueja a la homilía, es decir, una tendencia a la falta de unidad y continuidad.
Las ventajas de la homilía son que es una forma de predicación que estuvo en uso desde el principio mismo del cristianismo; es simple y fácil de entender; provee una mejor oportunidad que el sermón oficial para entretejer la Sagrada Escritura.
En cuanto a su lugar en la Misa, la homilía es usualmente predicada después del Evangelio, pero San Francisco de Sales preferiría que viniese después de la Comunión.
Fuente: Enciclopedia Católica Online
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