En muchas culturas la palabra está perdiendo valor. Cuando esto comienza a ocurrir decimos que el lenguaje esta en crisis. En la televisión, en la radio, incluso en nuestras relaciones humanas, a menudo abusamos de las palabras y les cambiamos el sentido a nuestro antojo. Entonces, las palabras esconden nuestras intenciones, o llenan un vacío, o venden un producto. Por eso, cuando encontramos personas que son fieles a su palabra estamos de enhorabuena. La “palabra”, entendida y compartida en clave cristiana, se corresponde a una experiencia personal y comunitaria.
La palabra, la idea, la doctrina... si son cristianas, no consisten en formulaciones abstractas de una realidad supramundana inalcanzable para nuestros sentidos. La “buena notica” comunica algo, o mejor, a Alguien, que hemos visto, oído, tocado con nuestras manos; de este modo, la nueva evangelización no es solo una nueva enseñanza sino, en primer lugar, testimonio.
Una homilía, una catequesis, una doctrina, que no es fruto del encuentro y de la experiencia de quien la comunica, es una verdad de fe que aún debe ser “bautizada”, es decir, todavía tiene que transformarnos, hacernos tambalear y reconciliarnos.
Jesús de Nazaret no hablaba a la gente de sus ideas..., sino de su vida en comunión con el Padre y con sus hermanos, especialmente los pecadores que más necesitan de Dios y lo están esperando con el corazón encendido en llama.
Palabra y testimonio, palabra y gesto, deben ir unidos cuando compartimos nuestra esperanza (fe). Si la fe y la religión cristianas no se construyen sobre la roca del encuentro y la experiencia personal y comunitaria, entonces, estas devienen en ideología en lugar de en evangelio o buena noticia.
La palabra, la idea, la doctrina... si son cristianas, no consisten en formulaciones abstractas de una realidad supramundana inalcanzable para nuestros sentidos. La “buena notica” comunica algo, o mejor, a Alguien, que hemos visto, oído, tocado con nuestras manos; de este modo, la nueva evangelización no es solo una nueva enseñanza sino, en primer lugar, testimonio.
Una homilía, una catequesis, una doctrina, que no es fruto del encuentro y de la experiencia de quien la comunica, es una verdad de fe que aún debe ser “bautizada”, es decir, todavía tiene que transformarnos, hacernos tambalear y reconciliarnos.
Jesús de Nazaret no hablaba a la gente de sus ideas..., sino de su vida en comunión con el Padre y con sus hermanos, especialmente los pecadores que más necesitan de Dios y lo están esperando con el corazón encendido en llama.
Palabra y testimonio, palabra y gesto, deben ir unidos cuando compartimos nuestra esperanza (fe). Si la fe y la religión cristianas no se construyen sobre la roca del encuentro y la experiencia personal y comunitaria, entonces, estas devienen en ideología en lugar de en evangelio o buena noticia.
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