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En el reciente Encuentro de Catequistas de Adultos en nuestra diócesis, se lamentaba que hay personas que critican el que, en las catequesis y en las celebraciones, se aborden problemas de la comunidad a la luz de la Palabra de Dios. Hay fieles que querrían que nos quedáramos en un angelismo desencarnado y que habláramos de un Dios distante y alejado de lo que vive el pueblo. Como si la fe se redujera a un sentimiento piadoso, sin incidencia en la realidad. Es una queja que se escucha no sólo entre nosotros, sino en muchas otras latitudes.
Por otra lado, también hay quienes manipulan la Palabra de Dios para hacerla decir lo que uno piensa y quiere imponer; se escogen siempre textos que tienen que ver con los procesos sociales y políticos, sin dar su debida importancia a la oración, a la Misa dominical, a la confesión sacramental, a la estructura jerárquica de la Iglesia, a la defensa de la vida en el seno materno, a la devoción mariana.
No es fácil el equilibrio entre las dimensiones espiritual, trascendente y sobrenatural de la fe, con la social, política y cultural. No es sencillo armonizar las fuerzas entre la mano izquierda y la derecha del Cuerpo de Cristo, teniendo en cuenta que en la Iglesia del Señor se necesitan izquierdas y derechas, no peleando entre sí mismas, desgarrándose internamente, sino complementándose, para bien del pueblo.
JUZGAR
Dice el Papa Benedicto XVI en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones del próximo octubre: "La evangelización es un proceso complejo y comprende varios elementos. Entre estos, la animación misionera ha prestado siempre una atención peculiar a la solidaridad..., para dar la propia contribución a la mejora de las condiciones de vida de las personas en países en los que son más graves los fenómenos de la pobreza, malnutrición sobre todo infantil, enfermedades, carencia de servicios sanitarios y para la educación. También esto forma parte de la misión de la Iglesia".
Y reafirma con toda claridad, retomando lo que decía Pablo VI: "La Iglesia se toma en serio la vida humana en sentido pleno. No es aceptable que en la evangelización se descuiden los temas relacionados con la promoción humana, la justicia, la liberación de toda forma de opresión, obviamente respetando la autonomía de la esfera política. Desentenderse de los problemas temporales de la humanidad significaría ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor al prójimo que sufre o padece necesidad; no estaría en sintonía con el comportamiento de Jesús, el cual ‘recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la buena nueva del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias' (Mt 9,35).
ACTUAR
Revisemos en qué hacemos consistir nuestra fe y cómo llevamos la pastoral evangelizadora. No basta ir a Misa, bautizarse, recibir los demás sacramentos y recitar algunas oraciones. Esto es importante, pues es acercarse a la fuente de la vida y llenarse del amor de Dios, pero no para quedarse en ello, sino para proyectarse en el servicio a los demás, tanto al interior de la comunidad cristiana, como en los areópagos de la política, la economía, la educación, los medios de comunicación, etc. La fe debe llevar a la transformación de costumbres, de estilos de vida, de criterios y formas de pensar, para que sean conformes al Evangelio.
Sin embargo, todo tiene su tiempo y su lugar. No se puede manipular una celebración haciendo a un lado los textos bíblicos señalados por la Iglesia, o llevándolos a temas ajenos al momento litúrgico. La realidad que debe iluminar la Palabra de Dios no se reduce a lo social, político y económico, sino que abarca muchos otros aspectos.
No es lo mismo una homilía, en que se explican los misterios que se celebran y se proyectan a la vida diaria, que una rueda de prensa, en que se abordan otro tipo de asuntos. No es lo mismo una Misa dominical, que una catequesis sistemática sobre cuestiones que la misma Doctrina Social de la Iglesia nos propone, y que tienen que ver directamente con lo social, político y económico. Seamos integrales en la vivencia de la fe y en la evangelización.
En el reciente Encuentro de Catequistas de Adultos en nuestra diócesis, se lamentaba que hay personas que critican el que, en las catequesis y en las celebraciones, se aborden problemas de la comunidad a la luz de la Palabra de Dios. Hay fieles que querrían que nos quedáramos en un angelismo desencarnado y que habláramos de un Dios distante y alejado de lo que vive el pueblo. Como si la fe se redujera a un sentimiento piadoso, sin incidencia en la realidad. Es una queja que se escucha no sólo entre nosotros, sino en muchas otras latitudes.
Por otra lado, también hay quienes manipulan la Palabra de Dios para hacerla decir lo que uno piensa y quiere imponer; se escogen siempre textos que tienen que ver con los procesos sociales y políticos, sin dar su debida importancia a la oración, a la Misa dominical, a la confesión sacramental, a la estructura jerárquica de la Iglesia, a la defensa de la vida en el seno materno, a la devoción mariana.
No es fácil el equilibrio entre las dimensiones espiritual, trascendente y sobrenatural de la fe, con la social, política y cultural. No es sencillo armonizar las fuerzas entre la mano izquierda y la derecha del Cuerpo de Cristo, teniendo en cuenta que en la Iglesia del Señor se necesitan izquierdas y derechas, no peleando entre sí mismas, desgarrándose internamente, sino complementándose, para bien del pueblo.
JUZGAR
Dice el Papa Benedicto XVI en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones del próximo octubre: "La evangelización es un proceso complejo y comprende varios elementos. Entre estos, la animación misionera ha prestado siempre una atención peculiar a la solidaridad..., para dar la propia contribución a la mejora de las condiciones de vida de las personas en países en los que son más graves los fenómenos de la pobreza, malnutrición sobre todo infantil, enfermedades, carencia de servicios sanitarios y para la educación. También esto forma parte de la misión de la Iglesia".
Y reafirma con toda claridad, retomando lo que decía Pablo VI: "La Iglesia se toma en serio la vida humana en sentido pleno. No es aceptable que en la evangelización se descuiden los temas relacionados con la promoción humana, la justicia, la liberación de toda forma de opresión, obviamente respetando la autonomía de la esfera política. Desentenderse de los problemas temporales de la humanidad significaría ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor al prójimo que sufre o padece necesidad; no estaría en sintonía con el comportamiento de Jesús, el cual ‘recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la buena nueva del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias' (Mt 9,35).
ACTUAR
Revisemos en qué hacemos consistir nuestra fe y cómo llevamos la pastoral evangelizadora. No basta ir a Misa, bautizarse, recibir los demás sacramentos y recitar algunas oraciones. Esto es importante, pues es acercarse a la fuente de la vida y llenarse del amor de Dios, pero no para quedarse en ello, sino para proyectarse en el servicio a los demás, tanto al interior de la comunidad cristiana, como en los areópagos de la política, la economía, la educación, los medios de comunicación, etc. La fe debe llevar a la transformación de costumbres, de estilos de vida, de criterios y formas de pensar, para que sean conformes al Evangelio.
Sin embargo, todo tiene su tiempo y su lugar. No se puede manipular una celebración haciendo a un lado los textos bíblicos señalados por la Iglesia, o llevándolos a temas ajenos al momento litúrgico. La realidad que debe iluminar la Palabra de Dios no se reduce a lo social, político y económico, sino que abarca muchos otros aspectos.
No es lo mismo una homilía, en que se explican los misterios que se celebran y se proyectan a la vida diaria, que una rueda de prensa, en que se abordan otro tipo de asuntos. No es lo mismo una Misa dominical, que una catequesis sistemática sobre cuestiones que la misma Doctrina Social de la Iglesia nos propone, y que tienen que ver directamente con lo social, político y económico. Seamos integrales en la vivencia de la fe y en la evangelización.
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