Wednesday, February 4, 2015

El introito o canto de entrada de la Misa, por Raul del Toro Sola

En este artículo voy a tratar del canto de entrada de la Misa o introito. Me serviré para ello del conocido manual de Mario Righetti Historia de la liturgia (BAC, 1956), así como del libro El canto gregoriano, de Juan Carlos Asensio (Alianza, 2003).

El nombre clásico que el canto de entrada recibe en la liturgia católica es introitus, “introito”, del latín introeo, “entrar”. El canto del introito no está entre los más antiguos dentro de la liturgia. Su función es la de acompañar la entrada del celebrante, y lógicamente el énfasis en este aspecto más bien externo de la celebración sólo pudo darse una vez mitigada la persecución y la clandestinidad inicial.

Hacia el año 426 San Agustín da a entender que por entonces no existía el introito en las iglesias de África. El pasaje en cuestión relata el modo en que daba comienzo la celebración en África. Se había producido una curación extraordinaria en la mañana de Pascua, y el santo obispo de Hipona llegó a la iglesia, llena de fieles entusiasmados y en acción de gracias. Entonces San Agustín relata:

Saludé al pueblo, y, una vez hecho silencio, comenzó la solemne lectura de las divinas Escrituras.

Se ve por este pasaje que en África no existía aún la costumbre del canto introductorio.

En lo que respecta a la liturgia de Roma, el Liber Pontificalis parece sugerir que fue el papa Celestino I (422-432) el que introdujo el introito:

Éste (Celestino) estableció que se cantaran los 150 salmos de David antes del sacrificio, lo cual antes no se hacía, sino que sólo se recitaba la epístola del beato Pablo y el santo Evangelio.

Naturalmente, este pasaje no es suficientemente claro. No faltan autores que lo que aquí ven no es sino la introducción del Oficio Divino en Roma. Otros creen que antes del papa Celestino ya existía un introito en forma de simple antífona, y que lo que Celestino habría dispuesto sería en todo caso el canto de todo o parte del salmo, para poder cubrir toda la procesión del entrada del Papa, que cada vez se iba haciendo más solemne y prolongada. En refuerzo de esta tesis está el hecho de que las misas más antiguas (Navidad, Epifanía, Pascua, Pentecostés y otras), posiblemente anteriores a Celestino, cuentan con introitos tomados mayoritariamente no de los salmos, sino de las lecturas de la Misa o de alguna otra fuente, con lo que el complemento sálmico se explicaría bien según el texto mencionado del Liber Pontificalis.

El introito, tal y como nos ha llegado en la tradición gregoriana, es un canto de complejidad media. No suele ser ni tan sencillo como las antífonas de comunión o del Oficio Divino, ni tan complejo como los graduales o los tractos. Los introitos gregorianos que conocemos tienen su origen en la schola o grupo de cantores, y a ellos incumbía desde el principio su interpretación.

El modo de ejecutarse variaba de unos lugares a otros. En Roma los cantores se colocaban delante del altar en dos filas, con los niños cantores en medio. La antífona del introito era cantada dos veces entera, una por cada lado del coro, antes de proseguir con la alternancia versículo sálmico-antífona que es la habitual y usada todavía hoy en día.

Pero en la mayoría de las iglesias, donde el rito era necesariamente más sencillo, la antífona al comienzo sólo se cantaba una vez, y el número de versículos del salmo que había tiempo de cantar durante la procesión de entrada no pasaba de uno o dos. Esta versión abreviada es la que ha quedado en los libros de canto litúrgico.

La mayoría de los introitos toman su texto de los salmos. Por lo general el texto del introito no se refiere a su momento dentro de la liturgia. Es decir, no suelen tratar sobre hecho de que esté comenzando la celebración, ni de la entrada del celebrante, ni de nada parecido. Más bien tratan de algún concepto principal y característico del día que se está celebrando. He aquí unos pocos ejemplos:

Navidad: Puer natus est nobis (“Un niño nos ha nacido”, Isaías 9, 6)

Domingo de Resurrección: Resurrexi et adhuc tecum sum (“Me he levantado, y aún estoy contigo”, salmo 138, 18)

Ascensión: Viri Galilaei, quid admirámini aspiciéntes in caelum? (“Galileos, ¿de qué os admiráis mirando al cielo?, Hechos 1, 11)

Es importante constatar que el texto del introito no siempre es una cita literal de la Escritura. No son raras las ocasiones en que se da una cierta elaboración literaria, o bien se unen versículos originalmente separados o procedentes de distintos lugares.

Cuando el texto del introito no procede de los salmos, lo cual suele suceder en las misas especialmente antiguas y en días litúrgicamente importantes, suele estar relacionado con las lecturas que se proclaman ese día.

Los introitos de los domingos “normales” son de composición algo posterior, y no suelen guardar una relación especial con las lecturas del día. En estos casos el texto se tomó de los salmos, y la elección del texto para cada domingo parece proceder de la costumbre antigua de recitar los salmos en el mismo orden en el que aparecen en la Escritura, la llamada lectio per ordinem.

Entre los textos de introitos más antiguos están Accipite iucunditatem (en la forma extraordinaria, es el introito del martes infraoctava de Pentecostés; en la forma ordinaria, es el introito del lunes y el jueves de la VII semana de Pascua), y Requiem aeternam, introito de la misa de difuntos en las dos formas del rito romano. Ambos textos están tomados del cuarto libro de Esdras, libro apócrifo que fue sacado del canon ya en el siglo IV, lo cual da testimonio de la venerable antigüedad de estos introitos.

La función del canto del introito es acompañar la entrada del celebrante. Este momento ha tenido diversa fisonomía a lo largo del tiempo. Originalmente el elemento fundamental era la procesión de entrada. Esta procesión es descrita con cierto detalle por los ceremoniales. Cuando era un obispo el que celebraba, al llegar al altar hacía una señal a la schola para que interrumpiera el salmo del introito y entonara el Gloria Patri final. En ese momento el director de la schola se inclinaba ante el obispo y “daba gloria a la Trinidad”.

En el siglo X se introdujeron en el rito de entrada las llamadas apologías del introito. Son unas oraciones privadas del sacerdote, que las dice al pie del altar mientras suena el canto del introito. La reforma litúrgica promulgada por Pablo VI suprimió estas oraciones y prefirió volver al primitivo formato de entrada meramente procesional.

En las misas cantadas de la forma extraordinaria o tradicional el introito suele quedar enlazado con los Kyries. Los lectores más melómanos se habrán percatado quizá de que en algunas misas de Requiem compuestas hace décadas casi no hay separación entre el introito Requiem aeternam y los kyries. Uno de los casos más conocidos es el Requiem de Gabriel Fauré. En las misas polifónicas antiguas que no son de Requiem esto no se percibe, porque el introito inmediatamente anterior a los kyries es de texto muy variable, y quizá por esto mismo la costumbre era mantenerlo en canto llano.

En lo que respecta a la forma ordinaria o Novus Ordo Missae, así describe el introito o canto de entrada la Instrucción General del Misal Romano:

47. Estando el pueblo reunido, cuando avanza el sacerdote con el diácono y con los ministros, se da comienzo al canto de entrada. La finalidad de este canto es abrir la celebración, promover la unión de quienes se están congregados e introducir su espíritu en el misterio del tiempo litúrgico o de la festividad, así como acompañar la procesión del sacerdote y los ministros.

48. Se canta, o alternándolo entre los cantores y el pueblo o, de igual manera, entre un cantor y el pueblo, o todo por el pueblo, o todo por los cantores. Se puede emplear, o bien la antífona con su salmo como se encuentra en el Graduale Romanum o en el Graduale simplex, o bien otro canto que convenga con la índole de la acción sagrada, del día o del tiempo litúrgico, cuyo texto haya sido aprobado por la Conferencia de los Obispos.

Si no hay canto de entrada, los fieles o algunos de ellos o un lector, leerán la antífona propuesta en el Misal, o si no el mismo sacerdote, quien también puede adaptarla a manera de monición inicial (cfr. n. 31).

Resumo a continuación las opciones que se presentan. Téngase en cuenta que en los libros litúrgicos el orden de aparición de las opciones en el texto indica el orden de preferencia.

Ministerios litúrgicos:

1 alternancia cantores-pueblo
2 alternancia cantor-pueblo
3 todo por el pueblo
4 todo por los cantores

Repertorio:

1 Antífona de introito del Graduale Romanum
2 Antifona de introito del Graduale Simplex
3 Otro canto aprobado relacionado con el momento y el día.

El Graduale Romanum es el libro que contiene todos los cantos gregorianos para las misas de todo el año. En 1974 apareció la nueva edición ordenada conforme a la reforma litúrgica. El Graduale Simplex fue editado muy poco tiempo después del Vaticano II, siguiendo el mandato conciliar de ofrecer un repertorio gregoriano más sencillo, al alcance de las iglesias y los coros más modestos. También fue objeto de una segunda edición conforme al Novus Ordo.

Es necesario elaborar y publicar una correcta musicalización de los textos del Graduale en las lenguas vernáculas de España. En los últimos años se está desarrollando una muy interesante tarea de musicalización del Graduale Romanum en inglés, con un estilo impecablemente litúrgico que sigue muy de cerca los modelos gregorianos. Esta imitación gregoriana estricta no es el único camino, naturalmente. Pero este proyecto es un modelo que seguir por varias razones.

Desde el punto de vista del texto, se recibe la tradición. Es una grave pérdida que los textos asignados desde muy antiguo al introito de las fiestas principales queden arrumbados a cambio de culquier cosa. Es cierto, como he dicho más arriba, que los introitos de los domingos del Tiempo Ordinario no tienen una especial relación las lecturas. Pero el lenguaje de los salmos, como el de la Escritura en general, tiene un tono teológico y espiritual muy diferente al de las canciones que se usan habitualmente, con textos de nueva creación. Aquel es recio, denso, teocéntrico y más objetivo. Los textos actuales adolecen muchas veces -no siempre- de una piedad subjetiva, personal, muy antropocéntrica (sea el individuo, o tantas veces la comunidad), y padecen un sesgo voluntarista frecuente.

En cuanto a la música, hay otros caminos aparte de la imitación gregoriana estricta. Pero ya enseñaron san Pío X y san Juan Pablo II que una composición religiosa será más sagrada y litúrgica cuanto más se acerque en aire, inspiración y sabor a la melodía gregoriana, y será tanto menos digna del templo cuanto diste más de este modelo soberano.

Fuente: infocatolica.con

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