Vivir el precepto dominical
73. Los Padres sinodales, conscientes de este nuevo principio de vida que la Eucaristía pone en el cristiano, han reafirmado la importancia del precepto dominical para todos los fieles, como fuente de libertad auténtica, para poder vivir cada día según lo que han celebrado en el «día del Señor».
La vida de fe peligra cuando ya no se siente el deseo de participar en la Celebración eucarística, en que se hace memoria de la victoria pascual. Participar en la asamblea litúrgica dominical, junto con todos los hermanos y hermanas con los que se forma un solo cuerpo en Jesucristo, es algo que la conciencia cristiana reclama y que al mismo tiempo la forma.
Perder el sentido del domingo, como día del Señor para santificar, es síntoma de una pérdida del sentido auténtico de la libertad cristiana, la libertad de los hijos de Dios. [206] A este respecto, son hermosas las observaciones de mi venerado predecesor Juan Pablo II en la Carta apostólica Dies Domini. [207] a propósito de las diversas dimensiones del domingo para los cristianos: es dies Domini, con referencia a la obra de la creación; dies Christi como día de la nueva creación y del don del Espíritu Santo que hace el Señor Resucitado; dies Ecclesiae como día en que la comunidad cristiana se congrega para la celebración; dies hominis como día de alegría, descanso y caridad fraterna.
Por tanto, este día se manifiesta como fiesta primordial en la que cada fiel, en el ambiente en que vive, puede ser anunciador y custodio del sentido del tiempo. Este día brota el sentido cristiano de la existencia y un nuevo modo de vivir el tiempo, las relaciones, el trabajo, la vida y la muerte. Por eso, conviene que en el día del Señor los grupos eclesiales organicen en torno a la Celebración eucarística dominical manifestaciones propias de la comunidad cristiana: encuentros de amistad, iniciativas para formar la fe de niños, jóvenes y adultos, peregrinaciones, obras de caridad y diversos momentos de oración.
Ante estos valores tan importantes —aun cuando el sábado por la tarde, desde las primeras Vísperas, ya pertenezca al domingo y esté permitido cumplir el precepto dominical— es preciso recordar que el domingo merece ser santificado en sí mismo, para que no termine siendo un día «vacío de Dios». [208]
Sacramentun Caritatis, n.73
Exhortación Apostólica
Benedicto XVI, 2007.
73. Los Padres sinodales, conscientes de este nuevo principio de vida que la Eucaristía pone en el cristiano, han reafirmado la importancia del precepto dominical para todos los fieles, como fuente de libertad auténtica, para poder vivir cada día según lo que han celebrado en el «día del Señor».
La vida de fe peligra cuando ya no se siente el deseo de participar en la Celebración eucarística, en que se hace memoria de la victoria pascual. Participar en la asamblea litúrgica dominical, junto con todos los hermanos y hermanas con los que se forma un solo cuerpo en Jesucristo, es algo que la conciencia cristiana reclama y que al mismo tiempo la forma.
Perder el sentido del domingo, como día del Señor para santificar, es síntoma de una pérdida del sentido auténtico de la libertad cristiana, la libertad de los hijos de Dios. [206] A este respecto, son hermosas las observaciones de mi venerado predecesor Juan Pablo II en la Carta apostólica Dies Domini. [207] a propósito de las diversas dimensiones del domingo para los cristianos: es dies Domini, con referencia a la obra de la creación; dies Christi como día de la nueva creación y del don del Espíritu Santo que hace el Señor Resucitado; dies Ecclesiae como día en que la comunidad cristiana se congrega para la celebración; dies hominis como día de alegría, descanso y caridad fraterna.
Por tanto, este día se manifiesta como fiesta primordial en la que cada fiel, en el ambiente en que vive, puede ser anunciador y custodio del sentido del tiempo. Este día brota el sentido cristiano de la existencia y un nuevo modo de vivir el tiempo, las relaciones, el trabajo, la vida y la muerte. Por eso, conviene que en el día del Señor los grupos eclesiales organicen en torno a la Celebración eucarística dominical manifestaciones propias de la comunidad cristiana: encuentros de amistad, iniciativas para formar la fe de niños, jóvenes y adultos, peregrinaciones, obras de caridad y diversos momentos de oración.
Ante estos valores tan importantes —aun cuando el sábado por la tarde, desde las primeras Vísperas, ya pertenezca al domingo y esté permitido cumplir el precepto dominical— es preciso recordar que el domingo merece ser santificado en sí mismo, para que no termine siendo un día «vacío de Dios». [208]
Sacramentun Caritatis, n.73
Exhortación Apostólica
Benedicto XVI, 2007.
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