Espiritualidad y cultura eucarística
77. Es significativo que los Padres sinodales hayan afirmado que «los fieles cristianos necesitan comprender más profundamente las relaciones entre la Eucaristía y la vida cotidiana. La espiritualidad eucarística no es solamente participación en la Misa y devoción al Santísimo Sacramento. Abarca la vida entera». [216]
Esta consideración tiene hoy un significado particular para todos nosotros. Se ha de reconocer que uno de los efectos más graves de la secularización, mencionada antes, consiste en haber relegado la fe cristiana al margen de la existencia, como si fuera algo inútil con respecto al desarrollo concreto de la vida de los hombres. El fracaso de este modo de vivir «como si Dios no existiera» está ahora a la vista de todos.
Hoy se necesita redescubrir que Jesucristo no es una simple convicción privada o una doctrina abstracta, sino una persona real cuya entrada en la historia es capaz de renovar la vida de todos. Por eso la Eucaristía, como fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia, se tiene que traducir en espiritualidad, en vida «según el Espíritu» (cf. Rm 8,4 s.; Ga 5,16.25).
Resulta significativo que san Pablo, en el pasaje de la Carta a los Romanos en que invita a vivir el nuevo culto espiritual, mencione al mismo tiempo la necesidad de cambiar el propio modo de vivir y pensar: «Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que se-páis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto» (12,2). El Apóstol de los gentiles subraya la relación entre el verdadero culto espiritual y la necesidad de entender de un modo nuevo la vida y vivirla.
La renovación de la mentalidad es parte integrante de la forma eucarística de la vida cristiana, «para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina» (Ef 4,14).
Sacramentun Caritatis, n.77
Exhortación Apostólica
Benedicto XVI, 2007.
77. Es significativo que los Padres sinodales hayan afirmado que «los fieles cristianos necesitan comprender más profundamente las relaciones entre la Eucaristía y la vida cotidiana. La espiritualidad eucarística no es solamente participación en la Misa y devoción al Santísimo Sacramento. Abarca la vida entera». [216]
Esta consideración tiene hoy un significado particular para todos nosotros. Se ha de reconocer que uno de los efectos más graves de la secularización, mencionada antes, consiste en haber relegado la fe cristiana al margen de la existencia, como si fuera algo inútil con respecto al desarrollo concreto de la vida de los hombres. El fracaso de este modo de vivir «como si Dios no existiera» está ahora a la vista de todos.
Hoy se necesita redescubrir que Jesucristo no es una simple convicción privada o una doctrina abstracta, sino una persona real cuya entrada en la historia es capaz de renovar la vida de todos. Por eso la Eucaristía, como fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia, se tiene que traducir en espiritualidad, en vida «según el Espíritu» (cf. Rm 8,4 s.; Ga 5,16.25).
Resulta significativo que san Pablo, en el pasaje de la Carta a los Romanos en que invita a vivir el nuevo culto espiritual, mencione al mismo tiempo la necesidad de cambiar el propio modo de vivir y pensar: «Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que se-páis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto» (12,2). El Apóstol de los gentiles subraya la relación entre el verdadero culto espiritual y la necesidad de entender de un modo nuevo la vida y vivirla.
La renovación de la mentalidad es parte integrante de la forma eucarística de la vida cristiana, «para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina» (Ef 4,14).
Sacramentun Caritatis, n.77
Exhortación Apostólica
Benedicto XVI, 2007.
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