Plegaria eucarística
48. La Plegaria eucarística es «el centro y la cumbre de toda la celebración». [145] Su importancia merece ser subrayada adecuadamente.
Las diversas Plegarias eucarísticas que hay en el Misal nos han sido transmitidas por la tradición viva de la Iglesia y se caracterizan por una riqueza teológica y espiritual inagotable. Se ha de procurar que los fieles las aprecien.
La Ordenación General del Misal Romano nos ayuda en esto, recordándonos los elementos fundamentales de toda Plegaria eucarística: acción de gracias, aclamación, epíclesis, relato de la ins-titución y consagración, anámnesis, oblación, intercesión y doxología conclusiva. [146]
En particular, la espiritualidad eucarística y la reflexión teológica se iluminan al contemplar la profunda unidad de la anáfora, entre la invocación del Espíritu Santo y el relato de la institución, [147] en la que «se realiza el sacrificio que el mismo Cristo instituyó en la última Cena». [148]
En efecto, «la Iglesia, por medio de determinadas invocaciones, implora la fuerza del Espíritu Santo para que los dones que han presentado los hombres queden consagrados, es decir, se conviertan en el Cuerpo y Sangre de Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir
en la Comunión sea para la salvación de quienes la reciben». [149]
Sacramentun Caritatis, n.48
Exhortación Apostólica
Benedicto XVI, 2007.
48. La Plegaria eucarística es «el centro y la cumbre de toda la celebración». [145] Su importancia merece ser subrayada adecuadamente.
Las diversas Plegarias eucarísticas que hay en el Misal nos han sido transmitidas por la tradición viva de la Iglesia y se caracterizan por una riqueza teológica y espiritual inagotable. Se ha de procurar que los fieles las aprecien.
La Ordenación General del Misal Romano nos ayuda en esto, recordándonos los elementos fundamentales de toda Plegaria eucarística: acción de gracias, aclamación, epíclesis, relato de la ins-titución y consagración, anámnesis, oblación, intercesión y doxología conclusiva. [146]
En particular, la espiritualidad eucarística y la reflexión teológica se iluminan al contemplar la profunda unidad de la anáfora, entre la invocación del Espíritu Santo y el relato de la institución, [147] en la que «se realiza el sacrificio que el mismo Cristo instituyó en la última Cena». [148]
En efecto, «la Iglesia, por medio de determinadas invocaciones, implora la fuerza del Espíritu Santo para que los dones que han presentado los hombres queden consagrados, es decir, se conviertan en el Cuerpo y Sangre de Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir
en la Comunión sea para la salvación de quienes la reciben». [149]
Sacramentun Caritatis, n.48
Exhortación Apostólica
Benedicto XVI, 2007.
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