Un solo pan, un solo cuerpo
20. Pero la especial intimidad que se da en la «comunión» eucarística no puede comprenderse adecuadamente ni experimentarse plenamente fuera de la comunión eclesial. Esto lo he subrayado repetidamente en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia.
La Iglesia es el cuerpo de Cristo: se camina «con Cristo» en la medida en que se está en relación «con su cuerpo». Para crear y fomentar esta unidad Cristo envía el Espíritu Santo. Y Él mismo la promueve mediante su presencia eucarística. Es precisamente el único Pan eucarístico el que nos hace un solo cuerpo. El apóstol Pablo lo afirma: «Un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan» (1 Co 10,17).
En el misterio eucarístico Jesús edifica la Iglesia como comunión, según el supremo modelo expresado en la oración sacerdotal: «Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,21).
21. La Eucaristía es fuente de la unidad eclesial y, a la vez, su máxima manifestación. La Eucaristía es epifanía de comunión. Por ello la Iglesia establece ciertas condiciones para poder participar de manera plena en la Celebración eucarística.[18] Son exigencias que deben hacernos tomar conciencia cada vez más clara de cuán exigente es la comunión que Jesús nos pide. Es comunión jerárquica, basada en la conciencia de las distintas funciones y ministerios, recordada también continuamente en la plegaria eucarística al mencionar al Papa y al Obispo diocesano. Es comunión fraterna, cultivada por una «espiritualidad de comunión» que nos mueve a sentimientos recíprocos de apertura, afecto, comprensión y perdón.[19]
Fuente:
Carta Apostólica Mane Nobiscum Domine,
Juan Pablo II, 2004.
20. Pero la especial intimidad que se da en la «comunión» eucarística no puede comprenderse adecuadamente ni experimentarse plenamente fuera de la comunión eclesial. Esto lo he subrayado repetidamente en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia.
La Iglesia es el cuerpo de Cristo: se camina «con Cristo» en la medida en que se está en relación «con su cuerpo». Para crear y fomentar esta unidad Cristo envía el Espíritu Santo. Y Él mismo la promueve mediante su presencia eucarística. Es precisamente el único Pan eucarístico el que nos hace un solo cuerpo. El apóstol Pablo lo afirma: «Un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan» (1 Co 10,17).
En el misterio eucarístico Jesús edifica la Iglesia como comunión, según el supremo modelo expresado en la oración sacerdotal: «Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,21).
21. La Eucaristía es fuente de la unidad eclesial y, a la vez, su máxima manifestación. La Eucaristía es epifanía de comunión. Por ello la Iglesia establece ciertas condiciones para poder participar de manera plena en la Celebración eucarística.[18] Son exigencias que deben hacernos tomar conciencia cada vez más clara de cuán exigente es la comunión que Jesús nos pide. Es comunión jerárquica, basada en la conciencia de las distintas funciones y ministerios, recordada también continuamente en la plegaria eucarística al mencionar al Papa y al Obispo diocesano. Es comunión fraterna, cultivada por una «espiritualidad de comunión» que nos mueve a sentimientos recíprocos de apertura, afecto, comprensión y perdón.[19]
Fuente:
Carta Apostólica Mane Nobiscum Domine,
Juan Pablo II, 2004.
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