El Papa Francisco celebró este miércoles la Audiencia General ante miles de personas donde prosiguió su catequesis sobre la Eucaristía. Y por ello, habló de dos condiciones necesarias para encontrarse con Dios a través de este sacramento, la humildad y el dejarse sorprender por Él.
De este modo, el Santo Padre explicó que “la Misa es oración, aún más, es la oración por excelencia, la más alta, la más sublime y, al mismo tiempo, la más concreta. De hecho, es el encuentro de amor con Dios mediante su Palabra y el Cuerpo y la Sangre de Jesús”.
El Papa incidió en que la humildad y la confianza son requisitos esenciales para recibir al Señor. Lo explicó así: “En primer lugar, ser humildes, reconocerse hijos, descansar en el Padre, fiarse de Él. Para entrar en el Reino de los cielos es necesario hacerse pequeños como niños. En el sentido de que los niños saben fiarse, saben que alguno se preocupará de ellos, de aquello que comerán, de aquellos que llevarán, y así todo”.
Por otro lado, agregó Francisco, está el dejarse sorprender y volvió a hacer una comparación pues “el niño hace siempre mil preguntas porque desea descubrir el mundo, se maravilla de las cosas pequeñas porque todo es nuevo para él”.
Es por ello que “para entrar en el Reino de los cielos es necesario dejarse maravillar. En nuestra relación con el Señor, en la oración, ¿nos dejamos maravillar? ¿Nos dejamos sorprender? Porque el encuentro con el Señor es siempre un encuentro vivo”.
Prosiguió Francisco su catequesis recordando que si la Eucaristía es oración, “¿qué es la oración?”. Y respondió asegurando que “es, sobre todo, diálogo, una relación personal con Dios. El hombre ha sido creado como ser relacional que encuentra su plenitud relacionándose en el encuentro con su Creador”.
Afirmó también que el “el Libro del Génesis afirma que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, el cual es Padre, Hijo y Espíritu Santo, una relación perfecta de amor y de unidad. De ella podemos comprender que nosotros hemos sido creados para entrar en una relación perfecta de amor, en un continuo entregarse y recibirse para poder encontrar así la plenitud de nuestro ser”.
“Cuando Moisés, ante la zarza ardiente, recibe la llamada de Dios, le pregunta cuál es su nombre, y Él le responde: ‘Yo soy el que es’. Esta expresión, en su sentido original, expresa presencia y favor, y, de hecho, inmediatamente después añade: ‘El Señor, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob’”, subrayó el Papa.
“También Cristo, cuando llama a sus discípulos, los llama para que permanezcan con Él. Esta es la gracia más grande: poder experimentar que la Eucaristía es el momento privilegiado para estar con Jesús y, por medio de Él, con Dios y con los hermanos”, agregó.
El Pontífice invitó a “rezar como un verdadero diálogo”, y recordó que ese diálogo “también implica saber permanecer en silencio. En silencio junto a Jesús. Del misterioso silencio de Dios surge su Palabra que resuena en nuestro corazón. Jesús mismo nos enseña cómo es posible ‘estar’ verdaderamente con el Padre y nos lo demuestra con su oración”.
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