Una vez, un joven sensato, que canta en el coro de su parroquia, me mandó una pregunta muy bien planteada:
“Por desgracia muchas veces se nos olvida y nos quedamos en: “vamos a cantar canciones bonitas"; “yo no voy al coro porque las canciones que ponen no me gustan… que rollo el cura"; “que rollo el ensayo, yo no voy…” Nos olvidamos que lo que nosotros llamamos ensayo es solo la preparación de algo tan importante como la Eucaristía. Y que nosotros no estamos para lucirnos cantando, estamos para ayudar a orar, primero a nosotros mismos y despues al resto de personas que están presentes. ¿Qué hacer para fomentar en el coro… una fe madura (bueno me he ido demasiado alto, en vías de madurar) y que no se quede todo en vamos a cantar canciones divertidas y a charlar con l@s amig@s? ¿Deberíamos enfocarlo más que como un ensayo como una preparación a la eucaristía?”
Voy a tratar de responder.
-El coro de una parroquia está al servicio de la liturgia, para orar cantando y para que todos canten las partes que les corresponden, no poniendo la liturgia al servicio del coro, que impone canciones simpáticas, con ritmo, con marcha porque “se lo pasan bien". Es la liturgia la que debe determinarlo y el procurar que todos canten.
-Cualquier música no sirve, ni cualquier letra: estamos en el ámbito de lo sagrado, del encuentro con el Señor. Aquellas canciones que pueden estar bien para una convivencia, una excursión, un fuego de campamento, chocan con la naturaleza espiritual, orante, de la liturgia. Los famosos “cancioneros juveniles” ofrecen cantos sin estilo alguno, muy poco bíblicos, sentimentales, y cambiando la letra a elementos que no se pueden alterar (por ejemplo, el Gloria, el Credo, el Santo, el Padrenuestro…) ¿Por qué no utilizar el Cantoral litúrgico Nacional, por qué no aprender a cantar el salmo responsorial…?
-Tiene mucha importancia la letra de los cantos -¡qué pobres tantas veces!- porque deben expresar la fe de la Iglesia, y no otras cosas, y la letra con su música permite que se memorice el contenido más fácilmente. Por eso un buen canto, un salmo, etc., al memorizarse, sirven como pedagogía de la fe. El canto litúrgico es muy educativo.
-Quienes dirijan el coro, con mucha paciencia, deben inculcar el sentido de la liturgia y la función tan importante de un coro al servicio de la liturgia; deben amar mucho a Jesucristo y a la Iglesia y contagiar ese amor a todos los jóvenes del coro.
-El momento del ensayo debería incluir al empezar un momento de formación. Explicar el sentido y la función de cada canto en la Misa: el canto de entrada, o porqué el Gloria, etc… con el Directorio “Canto y Música en la celebración”, explicando las partes de la Misa y cada tiempo litúrgico y sus características (Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua…)
-Se debe procurar una breve catequesis sobre el canto que se ensaya: qué se dice, cuáles son las afirmaciones de la fe de ese canto… Sería una introducción espiritual a cada canto, tal vez, un canto bien explicado cada dos semanas.
Un ensayo de un coro parroquial puede ser un momento formativo, de catequesis, de iniciación a la liturgia muy fecundo para los jóvenes. No se trata –no lo olvidemos- de cantar EN la Misa, sino de cantar LA Misa. Y, por cierto, lo escrito anteriormente no es una teoría irrealizable, sino experiencia vivida.
Si lográramos superar de una vez por todas la vulgaridad musical de la liturgia, con ritmos profanos y letras sentimentales de dudoso corte eclesial, un coro tendría dos finalidades magníficos:
-potenciar la solemnidad, la oración y el canto en la liturgia, que es medio de participación activa de todos para unirse al Misterio
-y ser un lugar de evangelización para los mismos jóvenes, que podrían ser formados en los ensayos, conocer la doctrina de la fe mediante el canto, recibir una instrucción adecuada sobre Cristo y sus Misterios a lo largo del año litúrgico.
Mientras se busque sólo la distracción, que sea entretenida y alegre la liturgia, estaremos perdiendo la referencia a la esencia de la música y de un coro de jóvenes en las parroquias.
Autor: P. Javier Sánchez Martínez
“Por desgracia muchas veces se nos olvida y nos quedamos en: “vamos a cantar canciones bonitas"; “yo no voy al coro porque las canciones que ponen no me gustan… que rollo el cura"; “que rollo el ensayo, yo no voy…” Nos olvidamos que lo que nosotros llamamos ensayo es solo la preparación de algo tan importante como la Eucaristía. Y que nosotros no estamos para lucirnos cantando, estamos para ayudar a orar, primero a nosotros mismos y despues al resto de personas que están presentes. ¿Qué hacer para fomentar en el coro… una fe madura (bueno me he ido demasiado alto, en vías de madurar) y que no se quede todo en vamos a cantar canciones divertidas y a charlar con l@s amig@s? ¿Deberíamos enfocarlo más que como un ensayo como una preparación a la eucaristía?”
Voy a tratar de responder.
-El coro de una parroquia está al servicio de la liturgia, para orar cantando y para que todos canten las partes que les corresponden, no poniendo la liturgia al servicio del coro, que impone canciones simpáticas, con ritmo, con marcha porque “se lo pasan bien". Es la liturgia la que debe determinarlo y el procurar que todos canten.
-Cualquier música no sirve, ni cualquier letra: estamos en el ámbito de lo sagrado, del encuentro con el Señor. Aquellas canciones que pueden estar bien para una convivencia, una excursión, un fuego de campamento, chocan con la naturaleza espiritual, orante, de la liturgia. Los famosos “cancioneros juveniles” ofrecen cantos sin estilo alguno, muy poco bíblicos, sentimentales, y cambiando la letra a elementos que no se pueden alterar (por ejemplo, el Gloria, el Credo, el Santo, el Padrenuestro…) ¿Por qué no utilizar el Cantoral litúrgico Nacional, por qué no aprender a cantar el salmo responsorial…?
-Tiene mucha importancia la letra de los cantos -¡qué pobres tantas veces!- porque deben expresar la fe de la Iglesia, y no otras cosas, y la letra con su música permite que se memorice el contenido más fácilmente. Por eso un buen canto, un salmo, etc., al memorizarse, sirven como pedagogía de la fe. El canto litúrgico es muy educativo.
-Quienes dirijan el coro, con mucha paciencia, deben inculcar el sentido de la liturgia y la función tan importante de un coro al servicio de la liturgia; deben amar mucho a Jesucristo y a la Iglesia y contagiar ese amor a todos los jóvenes del coro.
-El momento del ensayo debería incluir al empezar un momento de formación. Explicar el sentido y la función de cada canto en la Misa: el canto de entrada, o porqué el Gloria, etc… con el Directorio “Canto y Música en la celebración”, explicando las partes de la Misa y cada tiempo litúrgico y sus características (Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua…)
-Se debe procurar una breve catequesis sobre el canto que se ensaya: qué se dice, cuáles son las afirmaciones de la fe de ese canto… Sería una introducción espiritual a cada canto, tal vez, un canto bien explicado cada dos semanas.
Un ensayo de un coro parroquial puede ser un momento formativo, de catequesis, de iniciación a la liturgia muy fecundo para los jóvenes. No se trata –no lo olvidemos- de cantar EN la Misa, sino de cantar LA Misa. Y, por cierto, lo escrito anteriormente no es una teoría irrealizable, sino experiencia vivida.
Si lográramos superar de una vez por todas la vulgaridad musical de la liturgia, con ritmos profanos y letras sentimentales de dudoso corte eclesial, un coro tendría dos finalidades magníficos:
-potenciar la solemnidad, la oración y el canto en la liturgia, que es medio de participación activa de todos para unirse al Misterio
-y ser un lugar de evangelización para los mismos jóvenes, que podrían ser formados en los ensayos, conocer la doctrina de la fe mediante el canto, recibir una instrucción adecuada sobre Cristo y sus Misterios a lo largo del año litúrgico.
Mientras se busque sólo la distracción, que sea entretenida y alegre la liturgia, estaremos perdiendo la referencia a la esencia de la música y de un coro de jóvenes en las parroquias.
Autor: P. Javier Sánchez Martínez
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