No sé en otras diócesis, pero en Madrid, lo más común, es que los niños reciban su primera comunión en cuarto curso de primaria, es decir, entre los nueve y los diez años, y después de cursar tres años de catequesis, tras los cuales la inmensa mayoría desaparecen hasta vaya usted a saber cuándo.
En las parroquias, por la cosa de llevarnos todos bien, intentamos llevar esto a rajatabla por la cosa de tratar a todos por igual y que nadie se sienta ni discriminado ni privilegiado, lo cual acaba en una injusticia peor. Me explico.
El Decreto general para la aplicación del sínodo diocesano de Madrid recoge los “requisitos” para que los niños sean admitidos a la primera comunión:
“Los niños bautizados en la infancia son admitidos a la primera comunión cuando: conocen las oraciones básicas del cristiano y son capaces de dirigirse confiadamente a Dios Padre, a Jesucristo y a la Virgen María; conocen los contenidos esenciales del Mensaje Cristiano, de modo que entiendan el misterio de Cristo en la medida de su capacidad; han sido iniciados en la participación en la liturgia dominical y pueden recibir el Cuerpo del Señor con fe y devoción; han aprendido a valorar su incorporación a la comunidad eclesial, en la que están recibiendo la catequesis y continuarán su formación cristiana”.
Bien. Supongamos una familia de esas que no faltan a misa un domingo bajo ningún concepto, niños que asisten a la misa dominical desde chiquitines y a los que se ve perfectamente educados en la fe y sabiendo lo que se hacen, que rezan, que van conociendo el bien y el mal, que sabes que sus padres los están acompañando en la fe. ¿Qué problema hay en que esos niños puedan comulgar desde los siete años? Me lo expliquen.
El problema es que hay mucho miedo a que nos vengan con eso de que en la Iglesia tenemos que ser todos iguales, porque no es verdad. Cómo va a ser igual esa familia que no falta jamás un domingo a misa, que lleva una vida cristiana al menos en lo que a práctica se refiere, con unos niños que con cinco, seis añitos se saben las oraciones, asisten piadosamente a misa, van a rezar con los papás y los abuelos, que con esa otra que después de que llevo diez años en la parroquia acude al despacho y aún me pregunta que si soy el párroco. No necesitan todos la misma aspirina.
Ahora que está tan de moda eso de personalizar, me temo que tendremos que hacerlo en catequesis. Hay niños que no saben qué es una cruz ni han escuchado jamás el nombre de Jesús, familias que, viviendo en el territorio de la parroquia, me piden visitar el templo que ¡después de seis años de su dedicación! aún no conocen. También hay niños que acuden a misa con sus padres los domingos y a veces hasta los días laborables, que se acercan a la capilla de adoración perpetua, familias de misa diaria, misa dominical, adoración. No necesitan la misma catequesis unos que otros. Y me imagino que tendrá que ser el párroco el que decida, sabiendo que tendrá que cosechar quejas justo de los más alejados que pretenden una catequesis rapidita y que hasta a lo mejor se plantean la comunión por lo civil.
Nos tocará discernir a los sacerdotes de la misma manera que el médico pone tratamiento personalizado a cada enfermo o un buen maestro intenta apoyar individualmente a cada alumno. Pero eso de tres años de catequesis para todos… no funciona. Y me temo que voy a empezar a discriminar: ¿por qué un niño de familia creyente y practicante, que reza, que asiste a misa, que sabe perfectamente distinguir la eucaristía del pan común, que podría perfectamente recibir la comunión con sus siete años, va a esperarse hasta los diez porque una inmensa mayoría no tenga ni idea? ¿Por qué privarle durante dos o tres años de la recepción de la eucaristía si nos creemos su valor? Algo falla. Habrá que tomar medidas.
Fuente: infocatolica.com
En las parroquias, por la cosa de llevarnos todos bien, intentamos llevar esto a rajatabla por la cosa de tratar a todos por igual y que nadie se sienta ni discriminado ni privilegiado, lo cual acaba en una injusticia peor. Me explico.
El Decreto general para la aplicación del sínodo diocesano de Madrid recoge los “requisitos” para que los niños sean admitidos a la primera comunión:
“Los niños bautizados en la infancia son admitidos a la primera comunión cuando: conocen las oraciones básicas del cristiano y son capaces de dirigirse confiadamente a Dios Padre, a Jesucristo y a la Virgen María; conocen los contenidos esenciales del Mensaje Cristiano, de modo que entiendan el misterio de Cristo en la medida de su capacidad; han sido iniciados en la participación en la liturgia dominical y pueden recibir el Cuerpo del Señor con fe y devoción; han aprendido a valorar su incorporación a la comunidad eclesial, en la que están recibiendo la catequesis y continuarán su formación cristiana”.
Bien. Supongamos una familia de esas que no faltan a misa un domingo bajo ningún concepto, niños que asisten a la misa dominical desde chiquitines y a los que se ve perfectamente educados en la fe y sabiendo lo que se hacen, que rezan, que van conociendo el bien y el mal, que sabes que sus padres los están acompañando en la fe. ¿Qué problema hay en que esos niños puedan comulgar desde los siete años? Me lo expliquen.
El problema es que hay mucho miedo a que nos vengan con eso de que en la Iglesia tenemos que ser todos iguales, porque no es verdad. Cómo va a ser igual esa familia que no falta jamás un domingo a misa, que lleva una vida cristiana al menos en lo que a práctica se refiere, con unos niños que con cinco, seis añitos se saben las oraciones, asisten piadosamente a misa, van a rezar con los papás y los abuelos, que con esa otra que después de que llevo diez años en la parroquia acude al despacho y aún me pregunta que si soy el párroco. No necesitan todos la misma aspirina.
Ahora que está tan de moda eso de personalizar, me temo que tendremos que hacerlo en catequesis. Hay niños que no saben qué es una cruz ni han escuchado jamás el nombre de Jesús, familias que, viviendo en el territorio de la parroquia, me piden visitar el templo que ¡después de seis años de su dedicación! aún no conocen. También hay niños que acuden a misa con sus padres los domingos y a veces hasta los días laborables, que se acercan a la capilla de adoración perpetua, familias de misa diaria, misa dominical, adoración. No necesitan la misma catequesis unos que otros. Y me imagino que tendrá que ser el párroco el que decida, sabiendo que tendrá que cosechar quejas justo de los más alejados que pretenden una catequesis rapidita y que hasta a lo mejor se plantean la comunión por lo civil.
Nos tocará discernir a los sacerdotes de la misma manera que el médico pone tratamiento personalizado a cada enfermo o un buen maestro intenta apoyar individualmente a cada alumno. Pero eso de tres años de catequesis para todos… no funciona. Y me temo que voy a empezar a discriminar: ¿por qué un niño de familia creyente y practicante, que reza, que asiste a misa, que sabe perfectamente distinguir la eucaristía del pan común, que podría perfectamente recibir la comunión con sus siete años, va a esperarse hasta los diez porque una inmensa mayoría no tenga ni idea? ¿Por qué privarle durante dos o tres años de la recepción de la eucaristía si nos creemos su valor? Algo falla. Habrá que tomar medidas.
Fuente: infocatolica.com
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