Friday, October 14, 2016

¿Qué dice la Dicaché sobre la celebración de la Eucaristía?, por José Miguel Arráiz

Didaché es una palabra griega que significa “enseñanza”. El título completo de la obra es “La instrucción del Señor a los gentiles por medio de los doce apóstoles”, o de forma más resumida “Instrucciones de los apóstoles”.

Está considerado como uno de los documentos más importantes de la Iglesia primitiva. Pertenece al grupo de escritos de los Padres Apostólicos[1]. Aunque la fecha de su composición no se conoce con exactitud algunos autores opinan que fue escrito entre los años 50 al 70, otros lo situan entre comienzos y mediados del siglo II.

Sobre la celebración de la Eucaristía

Aunque en la Didaché no encontramos un testimonio explícito a favor de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, doctrina católica rechazada casi unánimemente por el protestantismo, si encontramos un texto que la insinúa implícitamente al exigir que sólo puedan acceder a ella los bautizados por ser un alimento sagrado.

“Respecto a la acción de gracias, daréis gracias de esta manera: Primeramente, sobre el cáliz: Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David, tu siervo, la que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos. Luego, sobre el fragmento: Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos manifestaste por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos. Como este fragmento estaba disperso sobre los montes y reunido se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo eternamente. Que nadie, empero, coma ni beba de vuestra acción de gracias, sino los bautizados en el nombre del Señor, pues acerca de ello dijo el Señor: No deis lo santo a los perros” (Didaché 9,1-4)

Muchas denominaciones cristianas no católicas a raíz de la Reforma Protestante han rechazado también el carácter sacrificial de la Eucaristía al leer en Hebreos 9,28 que “Cristo ha sido ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos”, por eso para ellos Misa católica es una abominación[7]. En la Didaché, por el contrario, vemos que los primeros cristianos veían la Eucaristía como el sacrificio puro y perfecto profetizado por el profeta Malaquías:

“Pues desde el sol levante hasta el poniente, grande es mi Nombre entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi Nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura.” (Malaquías 1,11).

“Reunidos cada día del Señor, romped el pan y dad gracias, … Porque éste es el sacrificio del que dijo el Señor: En todo lugar y en todo tiempo se me ofrece un sacrificio puro, porque yo soy rey grande, dice el Señor, y mi Nombre es admirable entre las naciones.” (Didaché 14,1-3)

Cabe resaltar que la doctrina católica no enseña que Cristo se “resacrifica” en cada Misa como asumen muchos protestantes de forma errónea. Lo que enseña es que el único sacrificio de Cristo es presentado a Dios Padre en cada Eucaristía, y por eso en el Catecismo oficial de la Iglesia Católica se ensena que “actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador”(CEC 1330) y no que lo “repite”.

Monday, October 10, 2016

Llega el cambio a la consagración del cáliz en español (España): ¿por qué «por muchos» en vez de «por todos»? La corrección fue ordenada por Benedicto XVI hace diez años, por Carmelo López-Arias

El viernes 7 de octubre del 2016, la Conferencia Episcopal Española presentó la 3ª edición del misal romano reformado a raíz del Concilio Vaticano II. Sigue a las ediciones de 1970 y 1988 y fue aprobada el 21 de abril de 2010 por la asamblea plenaria y el 8 de diciembre de 2015 por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

Una de las novedades más llamativas para los fieles es el cambio en las palabras de la consagración del vino. Donde actualmente se dice:

"Será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados" 

pasará a decirse:

"Será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados".

— Diez años de recorrido

Es el último paso de un camino que inició el cardenal Francis Arinze, entonces prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el 17 de octubre de 2006. Con tal fecha dirigió una carta a los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo con instrucciones para que introdujesen esa modificación en las nuevas traducciones del misal.

La recepción de esa orden varió según países, con algunos episcopados, como el húngaro, muy rápidos en aplicar la orden y otros (como el italiano o el alemán) renuentes a ella.

Desde el punto de vista teológico, el asunto no presenta dificultad. Jesucristo murió por “todos los hombres”, algo que "forma parte de las certezas básicas de nuestra fe", como afirmaba en la carta el Papa Ratzinger. Pero no todos los hombres se salvan, como definió, entre otros, el Papa Benedicto XII en 1336: "Definimos que... las almas de los que salen del mundo con pecado mortal actual inmediatamente después de su muerte bajan al infierno".

— "Pro multis" es "por muchos", sin interpretación posible

La cuestión pertenece más bien al orden lingüístico-sacramental. Tanto la misa tradicional como el nuevo rito de la misa que Pablo VI promulgó en 1969 mantenían la fórmula de la consagración del vino: "Qui pro vobis et pro multis effundetur", esto es, "que será derramada por vosotros y por muchos".

¿Por qué "por muchos"? El Catecismo Romano, promulgado por San Pío V en 1566 tras el Concilio de Trento, explicaba que "con gran sabiduría obró [Nuestro Señor] no diciendo 'por todos', puesto que entonces solo hablaba de los frutos de su Pasión, la cual solo para los escogidos produce frutos de salvación".

Sin embargo, todas las traducciones a lengua vernácula convirtieron ese "por muchos" en "por todos los hombres". "No fue una traducción pura, sino una interpretación", decía Benedicto XVI en su carta de 2012. Interpretación que se basó en un "consenso exegético que quebró: ya no existe". Y, de hecho, dedica la mayor parte de la carta a desmenuzar por qué, exégesis en mano, "por muchos" y "por todos" no son intercambiables.

En sentencia lapidaria de Santo Tomás de Aquino, "la Pasión de Cristo fue suficiente para todos y de su eficacia se aprovecharon muchos".

En consecuencia, pedía Benedicto XVI, "en la nueva traducción del misal las palabras pro multis deben ser traducidas, y no interpretadas. La simple traducción 'por muchos' debe sustituir a la interpretativa 'por todos'".

— Lo que importa es lo que Jesús dijo

Es una cuestión de fidelidad a la Palabra de Dios, concluía el hoy Papa emérito: "La Iglesia tomó esta formulación de la narrativa de la institución en el Nuevo Testamento. La plegaria eucarística dice 'por muchos' por respeto a la Palabra de Jesús, para permanecer fiel a Él también en la Palabra".

De hecho, en su carta de 2006, el cardenal Arinze recordaba a los destinatarios que "las palabras [de la narración de la institución] se han traducido fielmente de este modo ['por muchos'] en la mayoría de las versiones bíblicas modernas" y "que las anáforas de los diversos ritos orientales, ya sea en griego, siríaco, armenio, idiomas eslavos, etc., contienen en sus respectivas lenguas el equivalente del latín pro multis".

Por tanto, el cambio del "por todos los hombres" al "por muchos" no es ninguna novedad teológica, pues ambas cosas son verdad, una en un sentido, la otra en otro. El cambio es lingüístico... aunque no es realmente un cambio, sino al revés: es la reversión de un cambio inapropiado (que se prolongó durante casi medio siglo) para volver a la forma original.

Thursday, September 8, 2016

1.- Criterios básicos para la aplicación del capítulo VIII de Amoris laetitia; y 2.- Carta del Papa Francisco en respaldo a los criterios de aplicación del capítulo VIII de «Amoris laetitia»

Criterios básicos para la aplicación del capítulo VIII de Amoris laetitia
Región pastoral Buenos Aires, Argentina

Estimados sacerdotes:

Recibimos con alegría la exhortación Amoris laetitia, que nos llama ante todo a hacer crecer el amor de los esposos y a motivar a los jóvenes para que opten por el matrimonio y la familia. Esos son los grandes temas que nunca deberían descuidarse ni quedar opacados por otras cuestiones. Francisco ha abierto varias puertas en la pastoral familiar y estamos llamados a aprovechar este tiempo de misericordia, para asumir como Iglesia.

Ahora nos detendremos sólo en el capítulo VIII, dado que hace referencia a «orientaciones del Obispo» (300) en orden a discernir sobre el posible acceso a los sacramentos de algunos «divorciados en nueva unión». Creemos conveniente, como Obispos de una misma Región pastoral, acordar algunos criterios mínimos. Los ofrecemos sin perjuicio de la autoridad que cada Obispo tiene en su propia Diócesis para precisarlos, completarlos o acotarlos.

1) En primer lugar recordamos que no conviene hablar de «permisos» para acceder a los sacramentos, sino de un proceso de discernimiento acompañado por un pastor. Es un discernimiento «personal y pastoral» (300).

2) En este camino, el pastor debería acentuar el anuncio fundamental, el kerygma, que estimule o renueve el encuentro personal con Jesucristo vivo (cf. 58).

3) El acompañamiento pastoral es un ejercicio de la «via caritatis». Es una invitación a seguir «el camino de jesús, el de Ja misericordia y de la integración» (296). Este itinerario reclama la caridad pastoral del sacerdote que acoge al penitente, lo escucha atentamente y le muestra el rostro materno de la Iglesia, a la vez que acepta su recta intención y su buen propósito de colocar la vida entera a la luz del Evangelio y de practicar la caridad (cf. 306).

4) Este camino no acaba necesariamente en los sacramentos, sino que puede orientarse a otras formas de integrarse más en la vida de la Iglesia: una mayor presencia en la comunidad, la participación en grupos de oración o reflexión, el compromiso en diversos servicios eclesiales, etc. (cf. 299).

5) Cuando las circunstancias concretas de una pareja lo hagan factible, especialmente cuando ambos sean cristianos con un camino de fe, se puede proponer el empeño de vivir en continencia. Amoris laetitia no ignora las dificultades de esta opción (cf. nota 329) y deja abierta la posibilidad de acceder al sacramento de la Reconciliación cuando se falle en ese propósito (cf. nota 364, según la enseñanza de san Juan Pablo 11 al Cardenal W. Baum, del 22/03/1996).

6) En otras circunstancias más complejas, y cuando no se pudo obtener una declaración de nulidad, la opción mencionada puede no ser de hecho factible. No obstante, igualmente es posible un camino de discernimiento. Si se llega a reconocer que, en un caso concreto, hay limitaciones que atenúan la responsabilidad y la culpabilidad (cf. 301-302), particularmente cuando una persona considere que caería en una ulterior falta dañando a los hijos de la nueva unión, Amoris laetítía abre la posibilidad del acceso a los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía (cf. notas 336 y 351). Estos a su vez disponen a la persona a seguir madurando y creciendo con la fuerza de la gracia.

7) Pero hay que evitar entender esta posibilidad como un acceso irrestricto a los sacramentos, o como si cualquier situación lo justificara. Lo que se propone es un discernimiento que distinga adecuadamente cada caso. Por ejemplo, especial cuidado requiere «una nueva unión que viene de un reciente divorcio» o «la situación de alguien que reiteradamente ha fallado a sus compromisos familiares» (298). También cuando hay una suerte de apología o de ostentación de la propia situación «como si fuese parte del ideal cristiano» (297). En estos casos más difíciles, los pastores debemos acompañar con paciencia procurando algún camino de integración (cf. 297, 299).

8) Siempre es importante orientar a las personas a ponerse con su conciencia ante Dios, y para ello es útil el «examen de conciencia» que propone Amoris /aetitia 300, especialmente en lo que se refiere a «cómo se han comportado con sus hijos» o con el cónyuge abandonado. Cuando hubo injusticias no resueltas, el acceso a los sacramentos es particularmente escandaloso.

9) Puede ser conveniente que un eventual acceso a los sacramentos se realice de manera reservada, sobre todo cuando se prevean situaciones conflictivas. Pero al mismo tiempo no hay que dejar de acompañar a la comunidad para que crezca en un espíritu de comprensión y de acogida, sin que ello implique crear confusiones en la enseñanza de la Iglesia acerca del matrimonio indisoluble. La comunidad es instrumento de la misericordia que es «inmerecida, incondicional y gratuita» (297).

10) El discernimiento no se cierra, porque «es dinámico y debe permanecer siempre abierto a nuevas etapas de crecimiento y a nuevas decisiones que permitan realizar el ideal de manera más plena» (303), según la «ley de gradualidad» (295) y confiando en la ayuda de la gracia.
Somos ante todo pastores. Por eso queremos acoger estas palabras del Papa: «Invito a los pastores a escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el corazón del drama de las personas y de comprender su punto de vista, para ayudarles a vivir mejor y a reconocer su propio lugar en la Iglesia» (312).

Con afecto en Cristo.

Los Obispos de la Región
05 de septiembre de 2016

Carta del Papa Francisco en respaldo a los criterios de aplicación del capítulo VIII de «Amoris laetitia»

Vatícano, 5 de septiembre de 2016

Mons. Sergío Alfredo Fenoy
Delegado de la Regíón Pastoral Buenos Aires

Querido hermano:

Recibí el escrito de la Región Pastoral Buenos Aires «Criterios básicos para la aplicación del capítulo VIII de Amoris laetítia». Muchas gracias por habérmelo enviado; y los felicito por el trabajo que se han tomado: un verdadero ejemplo de acompañamiento a los sacerdotes... y todos sabemos cuánto es necesaria esta cercanía del obispo con su clero y del clero con el obispo. El prójimo «más prójimo» del obispo es el sacerdote, y el mandamiento de amar al prójimo como a sí mismo comienza para nosotros obispos precisamente con nuestros curas.

El escrito es muy bueno y explícita cabalmente el sentido del capítulo VIII de Amoris laetitia . No hay otras interpretaciones. Y estoy seguro de que hará mucho bien. Que el Señor les retribuya este esfuerzo de caridad pastoral.

Y es precisamente la caridad pastoral la que nos mueve a salir para encontrar a los alejados y, una vez encontrados, a iniciar un camino de acogida, acompañamiento, discernimiento e integración en la comunidad eclesial. Sabemos que esto es fatigoso, se trata de una pastoral «cuerpo a cuerpo» no satisfecha con mediaciones programáticas, organizativas o legales, si bien necesarias. Simplemente acoger, acompañar, discernir, integrar. De estas cuatro actitudes pastorales, la menos cultivada y practicada es el discernimiento; y considero urgente la formación en el discernimiento, personal y comunitario, en nuestros Seminarios y Presbiterios.

Finalmente quisiera recordar que Amoris laetitia fue el fruto del trabajo y la oración de toda la Iglesia, con la mediación de dos Sínodos y del Papa. Por ello les recomiendo una catequesis completa de la Exhortación que ciertamente ayudará al crecimiento, consolidación y santidad de la familia.

Nuevamente les agradezco el trabajo hecho y los animo a seguir adelante, en las diversas comunidades de las diócesis, con el estudio y la catequesis de Amoris laetitia.
Por favor, no se olviden de rezar y hacer rezar por mí.

Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.

Fraternalmente,
Francisco

Tuesday, July 19, 2016

"Celebrar la Eucaristía versus oír la misa”, por Rufo González Pérez

Hacía por lo menos cincuenta años que no oía misa. Sí, sí, así, como lo lees. Pero de un tiempo a esta parte, he vuelto, no sin pena, a "oír misa". No se trata de un regreso, sino de una regresión; no de retorno, sino de trastorno; vale decir, de un retroceso, de una reculada. Antaño iba "a celebrar la Eucaristía", a festejar el encuentro, vivencia de la comunidad, y hogaño no me queda más remedio que "oír la misa".

Significa que en ciertas iglesias hemos vuelto a ritos litúrgicos del concilio de Trento, al "Juan Palomo" eucarístico, "yo me lo guiso, yo me lo como". La Eucaristía es "el sacramento de nuestra fe". Lo reconocemos explícitamente. Sin embargo, se ha tergiversado y desfigurado hasta tal punto el mensaje original del evangelio que lo hemos convertido en algo casi ineficaz para vivir la auténtica "Cena del Señor". Se ha reducido a ceremonia rutinaria, carente de convicción y compromiso. Ya san Pablo denunciaba esta deformación en Corinto (1Cor 11,17-22).

Los nuevos "rectores" de mi parroquia

Por no teorizar generalizando, voy a ceñirme a los nuevos "rectores" de mi parroquia y a los de las iglesias del entorno. Yo los definiría como "funcionarios del rito". Se han retrotraído a la liturgia preconciliar, implantando ceremoniales de la misa tridentina. A las "funciones" litúrgicas presididas por ellos les sobran gestos y ceremonias como para que los asistentes tengamos conciencia de haber participado en la auténtica Eucaristía. (Entrecomillo "funciones" porque considero que estos gestos están más cerca del espectáculo teatral que de la celebración litúrgica).

¿Puede alguien imaginar a Jesús en la última cena inclinarse, acodarse sobre la mesa ante el pan y el vino y, engolando la voz, pronunciar lentamente, como enigmáticas, arcanas o sibilinas, las palabras "Tomad y comed.. tomad y bebed.."? ¿Puede alguien pensar que Jesús, en ese momento, mandó arrodillarse a los discípulos para adorar las especies "sacramentales"? ¿Puede alguien sospechar que Jesús ordenara a los sirvientes de la casa (léase monaguillos) que repicaran cascabeleras campanillas en ese momento?...

Es una "puesta en escena", lo que significa que no es cena. El decoro en la liturgia y el respeto por lo sagrado no está reñido con la naturalidad y la sencillez. Los gestos ostentosos y/o afectados no engrandecen más la "fuente y el cúlmen" (PO 5) de la vida de la Iglesia. ¡¡Qué sencilla fue la "cena de despedida" de Jesús y las restantes "cenas del Señor" celebradas por los primeras comunidades!! Sin artificio, sin ceremonia ostentosa.

¿Habrán leído estos sacerdotes de marras, fanáticos de las leyes, la "Constitución sobre la sagrada Liturgia (Sacrosantum Concilium)" del Vaticano II? (Lógicamente, la pregunta es pura retórica). El Concilio Vaticano II dio un giro de 180º también en liturgia. La prueba más patente es la posición del sacerdote de cara a los fieles; aunque sospecho que algunos preferirían seguir dando la espalda corporalmente, como lo hacen intencionalmente.

El Concilio define con precisión:

"La santa Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas, que exige la naturaleza de la liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano, "raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo adquirido".

"Por tanto, la Iglesia, con solicito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que, comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada." (SC.14-48)

El clericalismo quiere brillar en la liturgia

La casta del clericalismo, autocrático y opresivo durante tantos siglos en la Iglesia, se ha atribuido la expresión "celebrante" no solo para su ministerio específico, sino para las funciones colectivas, arrebatadas a la comunidad, adjudicándose la propiedad de lo sagrado. El gremio del ritualismo, con falaces argumentos doctrinales, se ha apropiado funciones propias de todos los bautizados. Contra el espíritu evangélico, han ido elaborando normas litúrgicas a su conveniencia, a su postureo, al estilo de la casta sacerdotal judía. Prepotentes, se resisten a llamar "sacerdotal" a la acción común de los cristianos en la eucaristía. Lo consideran intromisión en sus funciones "sacerdotales".

Donde se confirma lo dicho con algunos ejemplos

Me ha sucedido hace unos domingos. En el momento de la doxología de la plegaria eucarística, solemos recitar, como siempre hemos hecho, las palabras "Por Cristo, con Él y en Él...". Al terminar la proclamación, el sacerdote, herido en su ego ritualista, comenta en público: "He oído un murmullo repitiendo las palabras que yo pronunciaba".

Y lee en el misal que, según las normas litúrgicas, estas palabras corresponden exclusivamente al sacerdote, y los fieles solo deben responder "amén". ¡Qué dosis de liturgismo y qué poco sentido de liturgia! La doxología de la plegaria eucarística es precisamente un "brindis", una alabanza, reconocimiento de su amor, que la comunidad eucarística eleva al Padre en comunión con Cristo y el Espíritu. Por tanto, puede ser proclamada por toda la comunidad.

"En esto no puedo alabaros" (1Cor 11, 22)

En la última cena, Jesús no instituyó la Eucaristía para ser adorada, sino para ser partida, repartida en comunidad y asimilada. Jesús no instituyó un sacramento para estar encerrado en un sagrario, sino para que celebráramos su presencia entre nosotros: "Haced esto en memoria mía". El centro de la celebración no está ni en el altar ni en el culto, sino en nuestra vivencia comunitaria. Aquel hecho no fue un "ritual sagrado", sino una "cena", en la que se vivieron unas experiencias, entre ellas el gesto del lavatorio de los pies con la interpelación: "¿Entendéis lo que acabo de hacer? Pues haced vosotros lo mismo".

Y cuando Jesús dice: "Haced esto en memoria mía", "haced esto para que me tengáis siempre presente", no se refiere sólo al momento que denominamos transubstanciación, sino que la palabra "esto" engloba la "cena entera", conjunto de experiencias vividas allí aquella noche. Esta es la verdadera vivencia de la "Cena del Señor". Por eso, Pablo reprocha a los corintios: "En esto no puedo alabaros". Les increpa que la están falseando, que han convertido la celebración eucarística en algo individual ("cada uno come su propia cena"), sin respetar a la Comunidad.

Todos "reducidos" a decir "amén"

Han perdido el sentido comunitario de la eucaristía. Han monopolizado todas las intervenciones, incluso se han adueñado de la comunidad entera. Todo ha quedado reducido a decir "amén", en el doble sentido de respuesta a una plegaria y de sometimiento a la norma o al criterio del sacerdote. Se han instalado en el rito y en la rutina.

Nuestras eucaristías se han convertido en una liturgia puramente ritual. Se ha exagerado extremadamente la significación de aspectos secundarios (sacrificio, presencia, adoración) y se ha menospreciado la esencia comunitaria de la eucaristía. Una cosa es la liturgia y otra el ritualismo. Y lo malo es que la celebración eucarística expresa lo que es la comunidad celebrante. Una eucaristía sin vida supone una comunidad sin vida, "esclerotizada".

¿Cuánto tiempo de "oír misa" me quedará todavía?

Esperemos, en breve, no tener que asistir al "sacramento de nuestra fe" como "extraños y mudos espectadores" y recuperar la "participación plena, consciente y activa" que nos propone el Concilio.

Tuesday, May 17, 2016

Con el decreto “Quam singulari”, el papa san Pío X estableció la primera comunión y primera confesión de los niños en torno a los siete años, es decir, la edad del uso de razón, por el cardenal Antonio Cañizares

SAN PÍO X
Esta disposición del santo Papa suponía un cambio muy importante en la práctica pastoral y en la concepción habitual de entonces, que por diversas razones, habían retrasado a edades posteriores este acontecimiento tan trascendental para el hombre.

Con este decreto, san Pío X, el gran Papa de la piedad y de la participación eucarística, enseñó a toda la Iglesia el sentido, lugar, valor y centralidad de la sagrada comunión para la vida de todos los bautizados, incluidos los niños.

Con este gesto destacaba y recordaba a todos el amor y la predilección de Jesús por los niños, que además de hacerse niño, manifestó su amor hacia ellos con gestos y palabras hasta el punto de decir: "Si no sois como niños no entraréis en el reino de los cielos"; "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis, porque de ellos es el reino de los cielos".

Con la misma predilección, con la misma mirada amorosa y con la misma atención y solicitud singular, mira, atiende, cuida y se preocupa la Iglesia de los niños. Por esto, ella, como madre amorosa, quiere para sus hijos pequeños, los primeros en el reino de Dios, que, con las debidas disposiciones participen pronto en lo mejor y más grande que Jesús nos ha dejado en memoria suya: su Cuerpo y su Sangre, el Pan de la vida. Por la sagrada comunión, Jesús en persona, Hijo de Dios, entra dentro de la vida de quien lo recibe y pone su morada en él.

No cabe mayor amor, ni mayor regalo. Estar con el Señor; que el Señor esté en nosotros, dentro de nosotros; que nos alimente y sacie; que nos tome de la mano y nos guíe; que nos vivifique y permanezcamos fielmente en comunión y amistad con él: es sin duda lo más grande, lo más gratificante, lo más gozoso que le puede suceder a uno.

¿Cómo retrasar, pues, a los niños, este encuentro con Jesús, que son sus mejores amigos, los especialmente queridos por Dios, el Padre, objeto de especial cuidado de la Iglesia?

La primera comunión de los niños es como el inicio de un camino junto a Jesús, en comunión con él: el inicio de una amistad destinada a durar y fortalecerse toda la vida con él; comienzo de un camino, porque con Jesús, unidos sin separarnos, procedemos bien y la vida se hace buena y dichosa; con él dentro de nosotros podemos ser sin duda personas mejores. Su presencia entre nosotros y con nosotros es luz, vida y pan en el camino. El encuentro con Jesús es la fuerza que necesitamos para vivir con alegría y esperanza. No podemos, retrasando la primera comunión, privar a los niños -al alma y al espíritu de los niños- de esta gracia, obra y presencia de Jesús, de este encuentro de amistad con él, de esta participación singular de Jesús mismo y de este alimento del cielo para poder madurar y llegar así a la plenitud.

Todos, especialmente los niños, tenemos necesidad del Pan bajado del cielo, porque también el alma debe nutrirse y no bastan nuestras conquistas, la ciencia, las cosas técnicas, por muy importantes que sean.

Necesitamos a Cristo para crecer y madurar en nuestras vidas. Esto es más importante todavía en los momentos que vivimos y lo es de modo especial para los niños, frecuentemente objeto, por desgracia, de manipulación y de destrucción de su grandeza, pureza, simplicidad, "santidad", capacidad de Dios y de amor que les constituye. Los niños viven inmersos en mil dificultades, envueltos en un ambiente difícil que no les favorece ser lo que Dios quiere de ellos, muchos, víctimas de la crisis de la familia. En ese clima aún les es más necesario el encuentro, la amistad, la unión con Jesús, su presencia y su fuerza. Son, por su alma limpia y abierta, los mejor dispuestos, sin duda, para ello.

El centenario del decreto "Quam singulari" es una ocasión providencial para recordar e insistir en el tomar la primera comunión cuando los niños tengan la edad del uso de razón, que hoy, incluso, parece anticiparse. No es recomendable, por ello, la práctica que se está introduciendo cada día más de alargar la edad de la primera comunión. Al contrario, es aún más necesario el adelantarla.

Ante tantas cosas que están acaeciendo con los niños, y el ambiente tan adverso en el que crecen, no los privemos del don de Dios: puede ser, es la garantía de su desarrollo como hijos de Dios, engendrados por los sacramentos de la iniciación cristiana en el seno de la santa madre Iglesia. La gracia del don de Dios es más poderosa que nuestras obras y que nuestros planes y programas. Cuando san Pío X adelantó la edad de la primera comunión, también insistió en la necesidad de una buena formación, de una buena catequesis.

Hoy debemos acompañar este mismo adelanto en la edad con una nueva y vigorosa pastoral de iniciación cristiana. Las líneas marcadas por el Catecismo de la Iglesia católica y el Directorio general para la catequesis son guía imprescindible en esta pastoral nueva o renovada de la iniciación cristiana tan fundamental para el futuro de la Iglesia, la madre que, con el auxilio de la gracia del espíritu, engendra y madura a sus hijos por los sacramentos de la iniciación, por la catequesis, y por toda la acción pastoral que acompaña. Así pues, no cerremos hoy nuestros oídos a las palabras de Jesús: "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis". Él quiere estar en ellos y con ellos, porque "de los niños y de los que son como ellos es el reino de Dios".

Fuente: En el centenario del decreto "Quam singulari Christus amore" (8 de agosto de 1910) de san Pío X –el Papa beatificado en 1951 y canonizado en 1954–, publicamos la reflexión del prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el cardenal Antonio Cañizares, presentada en L'Osservatore Romano.

Primeras Comuniones: dignidad, sencillez, traje de calle, donativo a los pobres y no regalar móviles

La comisión de catequesis de los obispos españoles pide a las familias católicas evitar grandes gastos ostentosos en las fiestas de Primera Comunión, y vivirlas con "sencillez" y "dignidad". Proponen además concienciar a los niños en el sufrimiento de otros y animarles a dar una parte de las propinas que reciban a los necesitados del Tercer Mundo, los refugiados o a Cáritas.

Unos 245.000 niños acuden a recibir la Primera Comunión cada año en España, por lo general cuando tienen 9 o 10 años, la edad en que pueden discernir la Presencia del Cuerpo y la Sangre de Cristo en el pan y vino de la comunión y tras un par de años de catequesis preparatoria.

"Desde la Iglesia buscamos más el compartir, por ejemplo, de las propinas recibidas entregar una parte para los niños necesitados de lejos -los refugiados, en Ucrania, Ecuador o a los misioneros- y de cerca -vecinos en paro, Cáritas-", ha declarado a la agencia Europa Press el director del secretariado de la subcomisión de Catequesis de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Juan Luis Martín Barrios.

La delegación de catequesis aconseja regalar libros o algún juego educativo mejor que móviles o videojuegos, pero siempre "como detalle" ya que "en el niño debe quedar vivamente marcado que el gran regalo de ese día es Jesús".

[Los expertos en educación piden que los niños no tengan teléfono móvil antes de los 14 o 15 años y sólo tras pactar estrictas reglas de uso -no usarlo de noche, etc...-. Sin embargo, según el INE en España el 30% de los niños de 10 años tienen un móvil propio, y también el 70% de los de 12 años, lo que sugiere que hay familias que lo regalan en la Primera Comunión, contra el consejo de los expertos].

En cuanto al traje de comunión, la CEE sugiere a los padres que los niños vayan vestidos "de calle", que les pueda servir después en la vida ordinaria y cuidando los principios de "sencillez y dignidad".

"La Iglesia sí incide en que los niños y niñas vayan limpios por dentro y guapos por fuera", subraya Martín Barrios, al tiempo que destaca la iniciativa de algunas parroquias y colegios que ofrecen la posibilidad de que los niños vayan vestidos con túnicas con el fin de evitar diferencias sociales y gastos superfluos.

Asimismo, sobre el banquete, la Conferencia Episcopal indica que es "bueno" celebrar la Primera Comunión con la familia y amigos, al igual que todos los grandes acontecimientos, pero "con prudencia y manteniendo el sentido cristiano del compartir".

"A veces, es verdad, es tal el despilfarro que se contradice de raíz con lo que se celebra y se cae en la mundanidad. Pero también es cierto que gracias a las directrices de las parroquias y a la crisis económica, se avanza progresiva y adecuadamente en esas dos claves: sencillez y dignidad", apunta.

Fuente: religionenlibertad.com

SOBRE EL MISMO TEMA:
De la costumbre de vestir a los niños de marineritos en su primera comunión   

Friday, April 22, 2016

Por qué aburrimos tanto en las homilías, por el P. Jorge González Guadalix


Tanto tanto que la gente desconecta. Gente conozco, y no poca, que me confirman que durante la homilía directamente se abstraen de todo estímulo exterior y se ponen a pensar en lo suyo.

Algunas razones que contribuyen a ello y en las que no pocas veces caemos todos:

- La duración: Cinco, siete, diez minutos se aguantan razonablemente bien. Superar ese tiempo, salvo rarísimas excepciones de predicadores especialmente dotados y homilías muy bien construidas, es pérdida de tiempo. Hoy, cuando nos movemos a golpe de twitter y whatssap no hay quien aguante una escucha de un cuarto de hora.

- Homilías sin contenido: Una vez vale lo de que Dios es bueno o que hay que estar con los pobres. Semana tras semana sin más mensaje que ese es para taparse los oídos y pensar en qué ponemos de aperitivo.

- Improvisación: Debería estar prohibido predicar sin tener delante, al menos, un esquema escrito. Se puede improvisar un día, pero nana más.

- Homilías con demasiado contenido: No es posible explicar breve y sustanciosamente cada párrafo de las tres lecturas, las oraciones presidenciales, el sentido de la fiesta del día y además unirlo con las últimas palabras del papa y la carta pastoral del obispo.

- No saber aterrizar: Es decir, que, en definitiva, qué ha querido decir, o si es algo práctico para la vida.

- Imposibilidad de poner fin: Y es una queja muy común. Se ha dicho aparentemente todo lo que había que decir, y no se ve la forma del punto final. Vueltas, más vueltas, giro a la derecha, a la izquierda, media vuelta y que no acaba.

Y algunas consideraciones que servidor suele tener en cuenta en su predicación:

- Una duración de entre seis y ocho minutos. Y nada más.

- Tener muy claro lo que se quiere transmitir de acuerdo con la liturgia del día. Una idea, dos. No más. Que al acabar la misa la gente diga con claridad: hoy ha dicho esto.

- Dejar siempre un pellizco en el corazón, algo que inquiete y remueva.

- Tener cuidado en ir cambiando de temas. Hoy la eucaristía, mañana penitencia, este día tan cosa de moral, este otro sobre el matrimonio, esta vez oración.

- Y ya.

Tuesday, April 19, 2016

La Iglesia reconoce el milagro de una hostia sangrante en Polonia: es tejido de corazón humano


Zbigniew Kiernikowski, obispo de Legnica (Polonia), ha aprobado oficialmente este 17 de abril que los fieles veneren una hostia sangrante que, según decreta, “tiene las características distintivas de un milagro eucarístico”.

El milagro sucedió en la Navidad de 2013, cuando una hostia consagrada cayó al suelo en el santuario polaco de San Jacek en Legnica, según reconoce el obispo en su comunicado.

La hostia fue recogida y colocada en un recipiente con agua ("vasculum") para que se consumiera, como suele hacerse en estos casos. Sin embargo, en la hostia apareció una mancha roja de extraña textura, que parecía tejido humano.

El entonces obispo de Legnica, Stefan Cichy, instituyó una comisión para investigar el hecho y ver qué sucedía con la forma. En febrero de 2014, con permiso de la diócesis, un fragmento de esta hostia con la sustancia roja se colocó en un corporal y se llevó a investigar bajo microscopio a distintos institutos forenses.

Análisis histopatológico

El comunicado médico final del Departamento de Medicina Forense encontró que “en la imagen histopatológica se encontró que los fragmentos contienen partes fragmentadas del músculo estriado transversal, similar al músculo del corazón”.

Son estas pruebas las que determinaron que el tejido era de origen humano y que incluso precisaban que era un tejido que había estado sometido a tensión y sufrimiento.

La nota del obispo resume así las conclusiones de los científicos: "En la imagen histopatológica, se ha descubierto que los fragmentos de tejido contienen partes fragmentadas de músculo estriado transversal. (…) El conjunto (…) se asemeja en gran medida al músculo cardiaco con las alteraciones que aparecen frecuentemente durante la agonía. Los estudios genéticos indican el origen humano del tejido".


Consultando a Doctrina de la Fe en Roma

Después de la investigación científica, el obispo Kiernikowski pasó el caso en enero de este año a la consideración teológica de la Congregación para la Doctrina de la Fe en el Vaticano.

Doctrina de la Fe se mostró favorable a exponer la hostia a la veneración pública, en un contexto de explicación de los hechos, y así se le encargó al párroco, Andrzej Ziombrze.


La hostia se expone en una capilla junto a iconos de Juan Pablo II y con un plafón explicativo de la reliquia y su significado.

El comunicado del obispo afirma: "Pido también información pertinente para quienes acudan y una catequesis sistemática que forme adecuadamente la conciencia de los fieles en el culto eucarístico". "Espero que todo esto sirva para profundizar en el culto de la Eucaristía y tenga un inconfundible impacto en la vida de las personas se acercan a la reliquia. Lo vemos como una maravillosa muestra, una expresión particular de la bondad y el amor de Dios".

San Jacek, un santo eucarístico medieval

En www.jacek.iq.pl, una web dedicada a la devoción a San Jacek, el santo sacerdote polaco del siglo XIII al que está dedicada la iglesia de los hechos (también llamado a veces San Jack y San Jacinto) se llama la atención sobre el hecho de que este santo polaco fue un gran predicador de la Eucaristía y adorador del Santísimo, y que en la iconografía se le representa con la Eucaristía en las manos.

Dicen sus biógrafos que en 1240 los mongoles atacaron la ciudad de Kiev, donde el santo estaba rezando ante el Santísimo. Al saber que la ciudad caía en manos de los bárbaros, tomó el Santísimo y se disponía a emprender la huida. Pero entonces oyó una voz desde la imagen de alabastro de la Virgen: "Jacek, ¿cómo te escapas y me dejas sola? Llévame contigo". "Madre querida, esta estatua es muy pesada, ¿cómo voy a llevarla?", dijo él. "Mi Hijo hará que sea ligera, tómala", dijo la Virgen. Efectivamente, la estatua se hizo ligera como una pluma y Jacek puso al Santísimo y la estatua bajo su manto. Acompañado de otros religiosos consiguió cruzar el río y atravesar el campamento mongol milagrosamente, sin ser detectado.

 Jacek fue canonizado en el siglo XVI, en plena controversia con los vecinos protestantes que negaban el valor sacramental de la Eucaristía y la veneración especial a María: como reacción, Jacek (Jacinto, en el proceso de canonización romano) aparece en iconos, pinturas y esculturas con la Virgen en una mano y la Eucaristía en la otra.

Los devotos de San Jacek quieren remarcar que el obispo de Legnica apruebe y anuncie al mundo el milagro eucarístico un 17 de abril, aniversario de la canonización de este santo, que tiene fama de taumaturgo también en nuestros días, y cuyos favores y milagros modernos se recogen en la web a él dedicada.


También se ha señalado que este milagro eucarístico se aprueba cuando Polonia está casi a punto de celebrar su 1050 aniversario de bautismo, origen de la nación como tal, y también que el reconocimiento llega a tiempo para las Jornadas Mundiales de la Juventud que se celebran en Cracovia este verano.

Monday, March 14, 2016

El obispo de Madison (Wisconsin, USA) habla sobre la ubicación del sagrario, la música sacra y la distribución de la Sagrada Comunión

Sobre el lugar del sagrario

Mons. Robert Molino, obispo de Madison (Wisconsin, USA), explica en una entrevista la razón por la que ha ordenado que antes de octubre del 2018 todas las parroquias de su diócesis deben tener el Sagrario el lugar más prominente de los templos, en el centro del altar mayor.

Fue muy común en los años siguientes al Concilio Vaticano II quitar los tabernáculos de los altares mayores de los presbiterios de las iglesias. Este se vio por muchos como una manera de transformar un edificio de ser la casa de Dios a ser la casa del pueblo, algo que pareció útil para hacer presente al catolicismo en el mundo moderno. Sin embargo, el obispo Robert Morlino ve la situación de otra manera. El obispo de 69 años, oriundo de Scranton, Pennsylvania, ha enseñado que el templo no es la casa del pueblo, sino la casa de Dios (domus Dei). Una vez eso queda establecido, cree el prelado, la reverencia se vuelve la principal norma de comportamiento de los fieles.

Esta creencia fue la motivación de Mons. Morlino para retornar el tabernáculo a la posición más prominente de la iglesia Catedral de Santa Elena, en Helena, Montana, durante el corto tiempo que sirvió allí como obispo. Al ser nombrado obispo de Madison, Wisconsin, en el 2003, la misma apreciación por el lugar del tabernáculo –de acuerdo al Canon 938 del Código de Derecho Canónico– empezó a hacerse clara para los párrocos de su diócesis.

Algunas parroquias reubicaron sus santuarios apropiadamente, pero otros aún no lo han hecho, así que el año pasado se estableció como fecha límite el mes de octubre 2018 para hacerlo.

Recientemente, Mons. Morlino habló sobre esta fecha límite, el límite para la música sacra de la diócesis de Marquettte en Michigan y sobre algunos conceptos litúrgicos generales.

¿Por qué instruyó a los párrocos de la diócesis para que muevan los sagrarios al centro del altar mayor si no lo han hecho todavía?

Será una sorpresa para muchos fuera de la diócesis, pero el asunto de la ubicación del sagrario no es algo reciente. Empecé a hablar a los párrocos de Madison sobre este tema cuando vine hace 12 años. Lo he dicho porque el templo es de hecho la casa de Dios, el sagrario debería estar colocado en el centro del santuario. Desde entonces, cierta cantidad de párrocos han seguido la instrucción, pero aún hay trabajo por hacer, así que pusimos una fecha límite.

La comprensión básica sobre la ubicación del sagrario o cualquier otra práctica relacionada con el templo, debe relacionarse siempre con que estamos hablando de la casa de Dios. Si fuera una materia simple, si el templo fuera nuestra casa, habría un margen para lo que ponemos y dónde lo ponemos. Si fuera nuestra casa, cantaríamos canciones que nos parecieran llamativas, podríamos poner cuadros sobre temas sin relación con la historia de la salvación y podríamos poner de lado a Nuestro Señor.

Sin embargo, como el templo es, de hecho, la casa de Dios, su presencia en el Santísimo Sacramento debería ser al frente y al centro. Una vez que eso se cumple, todo lo demás queda en su lugar correcto. Si Nuestro Señor es entronizado en la parte más prominente del templo, se hace claro de inmediato que sólo se puede cantar música sacra allí, que sólo el arte sagrado puede ser exhibido: es un edificio sagrado puesto aparte para adorar al Señor en espíritu y en verdad.

¿Qué piensa sobre las objeciones que dicen que mudar el sagrario desplazará al coro o evitará que la gente participe en la Misa?

Esas objeciones no se dan cuenta cuál es el centro de nuestra fe: la persona de Jesucristo. Porque Jesús es nuestro Rey y Señor, deberíamos hacerlo claro en la liturgia, no esconderlo.

La forma en que el templo está montado demuestra lo que creemos. Cuando el coro está detrás del altar o en el santuario, se manda el mensaje equivocado –digamos, que la música debería ser el centro de nuestra adoración. La segunda objeción –sobre la participación activa–, es extremadamente ridícula. ¿Cómo podría Nuestro Señor distraernos de nuestra adoración? Es como decir que Él se está distrayendo de Sí mismo.

Afortunadamente, tenemos pocas objeciones reales en Madison. La gente tiene un sentido inherente de lo que está bien, así que cuando hay una preparación adecuada, aprecian los cambios que reamente nos llevan más cerca de Dios. Podría haber alguna aprehensión inicial, pero más tarde toma su lugar la gratitud por una liturgia bien hecha. La bondad, la verdad y la belleza siempre traen orden y paz a las almas.

Sobre la música sacra

¿Qué piensa de la directiva del Mons. John Doerfler sobre la música sacra en la diócesis de Marquette, Michigan?

Probablemente hay una relación entre la música sagrada en Marquette y la ubicación del sagrario en Madison. En ambos casos, ha habido atención de los medios sobre las fechas límite, pero esas fechas límite han sido precedidas por años de catequesis y motivación.

Cuando el arzobispo Alexander Sample de Portland, Oregon, estuvo en Marquette, enseñó a los fieles la importancia de la música sacra. Esta catequesis sirvió de fundamento para la directiva reciente del Obispo Doerfler. Creo que estuvo motivado por el deseo de llevar a la gente más cerca de Dios a través del arte y la música. Este deseo es comprensiblemente importante, porque la calidad de la música es muy cuestionable en muchas parroquias en estos días. Las melodías son banales, las letras quizás son heréticas y eso difícilmente inspire reverencia y admiración hacia la Majestad de Dios.

Estamos motivando el uso de verdadera música sacra en la diócesis de Madison también, pero en este momento no tenemos fecha límite. Quizás la tengamos más adelante, pero por el momento, es bueno señalar que la Iglesia le da al canto gregoriano un lugar privilegiado en los servicios litúrgicos. Este tipo de música humilde, reverente y orante está ganando terreno, por el trabajo de párrocos fuertes con experiencia musical, como el reverendo benedictino Abbot Marcel Rooney y el padre benedictino Samuel Weber.

¿Hay otros conceptos litúrgicos o arquitectónicos que esté considerando en su diócesis?

Otro ejemplo algo que estamos considerando en Madison, pero que para muchos fuera del área pasa desapercibido, tiene que ver con la distribución de la Sagrada Comunión. Es una práctica antigua de que sólo la Hostia sea distribuida a los fieles. Es permisible que la Preciosa Sangre sea distribuida en ciertas ocasiones y bajo ciertas condiciones, pero si revisa los documentos de la Iglesia, es claro que estas son excepciones, más que la norma.

El remedio para cualquier cuestión litúrgica es simple: Siga las guías de la Iglesia. Un documento que no ha ganado mucha atención en los Estados Unidos pero que tiene el potencial de cambiar las cosas para bien vino de Juan Pablo II en 1997. Se llama «Sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes». Explica, entre otras cosas, cómo los ministros extraordinarios de la comunión no están supuestos a ser una parte regular de la Misa. Solo se permite usarlos cuando es realmente necesario, y esta necesidad ocurre con menos frecuencia de lo que muchos se imaginan.

Una clara distinción entre el clero y los laicos ayuda a mostrar la integridad de la fe católica de mejor manera.

Todo lo que hacemos en la liturgia es catequético –lleva un mensaje. El mensaje podría ser cierto o falso, pero siempre hay un mensaje. Cuando los laicos distribuyen la Sagrada Comunión en todas las Misas, la distinción entre los ordenados y los laicos se emborrona. Ese es un mensaje erróneo, pero es el que se está mandando.

Si no hacemos la liturgia bien, no hacemos nada bien. La liturgia es primordial en la vida de un católico; es un encuentro íntimo con el Dios Vivo. Es claro, entonces, que necesita ser hecha en verdad, en lugar de hacerla de acuerdo a nuestros caprichos. Necesitamos tener la humildad de permitirle a Dios ser Dios y revelarse a sí mismo como realmente es. Entonces realmente puede trabajar en nuestras almas para el mayor bien de la humanidad.

¿Es esa la motivación para lo que ha hecho en Madison?

Mi mayor motivación es la santificación de mi gente. Solo me pregunto «¿Qué puedo hacer para que las almas a mi cuidado sean santas?» Entones, con la ayuda de Dios, hago eso. No es nada extraordinario. Es sólo hacer lo que debo hacer como obispo. Eso puede generar titulares en los periódicos, pero no debería.

Friday, January 8, 2016

Los tipos de silencio en la Misa, por el P. Javier Sánchez Martínez

El cultivo del silencio en la acción litúrgica favorece la sacralidad del rito, su profundidad y su verdadera participación plena, consciente, activa, interior y fructuosa.

“Pastoral” será también el trabajo educador en torno al silencio ya que muestra la Presencia de Cristo propiciando la respuesta de fe; en palabras de Juan Pablo II:

“Puesto que la Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo, es necesario mantener constantemente viva la afirmación del discípulo ante la presencia misteriosa de Cristo: «Es el Señor» (Jn 21, 7). Nada de lo que hacemos en la Liturgia puede aparecer como más importante de lo que invisible, pero realmente, Cristo hace por obra de su Espíritu. La fe vivificada por la caridad, la adoración, la alabanza al Padre y el silencio de la contemplación, serán siempre los primeros objetivos a alcanzar para una pastoral litúrgica y sacramental” (Juan Pablo II, Carta Vicesimus Quintus Annus, n. 10).

Los momentos de silencio prescritos -es decir, obligatorios- que el Misal romano señala son:

"Debe guardarse también, en el momento en que corresponde, como parte de la celebración, un sagrado silencio. Sin embargo, su naturaleza depende del momento en que se observa en cada celebración. Pues en el acto penitencial y después de la invitación a orar, cada uno se recoge en sí mismo; pero terminada la lectura o la homilía, todos meditan brevemente lo que escucharon; y después de la Comunión, alaban a Dios en su corazón y oran. Ya desde antes de la celebración misma, es laudable que se guarde silencio en la iglesia, en la sacristía, en el “secretarium” y en los lugares más cercanos para que todos se dispongan devota y debidamente para la acción sagrada" (IGMR 45).

Son silencios de diversa naturaleza y, por tanto, dirigidos al interior de manera distinta. Sus claves son diferentes a la hora de vivirlos.

ACTO PENITENCIAL:

En el acto penitencial y tras el “Oremos” de la oración colecta, es un silencio de recogimiento. Entramos en lo interior para formular nuestra petición evitando dispersarnos, distraernos. En el acto penitencial, el recogimiento se vuelve una humilde súplica de perdón y de reconocimiento de la propia debilidad, para después, en común, pedir perdón al Señor.

COLECTA:

El “Oremos” de la oración colecta es una invitación para que, recogiéndonos, formulemos cada uno nuestra súplica personal al Señor, nuestras peticiones concretas, en el momento de celebrar la Santa Misa. La oración que el sacerdote pronuncia después de este silencio recoge o recolecta todas nuestras peticiones personales.

LECTURAS, HOMILIA:

Un silencio de meditación, naturalmente breve para no desfigurar la naturaleza comunitaria de la liturgia y el ritmo mismo de la celebración es el silencio después de la lectura o después de la homilía. Aquí se medita lo escuchado, pasándolo al corazón y a la memoria, de manera que asimilemos cuanto la Palabra de Dios ha proclamado y se convierta en algo nuestro, se encarne en nuestro existir. En silencio ha de ser escuchada esta divina Palabra que desde los cielos sigue proclamando el Padre por su Hijo.

COMUNIÓN:

Un silencio orante, de adoración y de acción de gracias, se produce tras la comunión, es decir, tras la recepción del Cuerpo eucarístico del Señor. Es el momento personalísimo de encuentro con Cristo en el corazón, adorando su Presencia real, dándole gracias por su amor y misericordia, uniéndonos a Él para vivir en Él. Será, en proporción, un silencio que tampoco rompa el ritmo comunitario como una larguísima pausa, sino proporcionado, como el silencio después de la homilía.

SACRISTÍA:

Por último, un silencio de preparación, aquel que debe reinar tanto en la iglesia como en la misma sacristía y que dispone a la persona a pasar del trasiego de la actividad a centrarse sólo en la acción sagrada, con el suficiente sosiego, paz e intención clara de glorificar al Señor.

Fuente:
Javier Sánchez Martínez, sacerdote de la diócesis de Córdoba, ordenado el 26 de junio de 1999. Ha ejercido el ministerio sacerdotal en varias parroquias, en el Centro de Orientación Familiar de Lucena (Córdoba) y como capellán de Monasterios. Ha predicado retiros, tandas anuales de Ejercicios espirituales a seglares y religiosas e impartido diversos cursillos de formación litúrgica; asimismo ha publicado artículos en distintas as revistas y colaborado en radio y TV locales.Licenciado en Teología, especialidad liturgia, por la Universidad Eclesiástica San Dámaso (Madrid), es vicario parroquial de la Trinidad de Córdoba, profesor del I.S.CC.RR. "Victoria Díez" y miembro del Equipo diocesano de Liturgia. Autor, editor y responsable del Blog Corazón Eucarístico de Jesús, alojado en el espacio web de www.religionenlibertad.com

Tuesday, January 5, 2016

El altar como fuente de luz, por el P. Fortea

Los que seguís este blog desde hace veinte o treinta años sabéis lo importante que es para mí el altar. En verdad que me siento un servidor del altar. Pues bien, por fin, he puesto en el convento del que soy capellán un crucifijo que llevaba largo tiempo diseñándolo.

Una cruz gótica, repleta de perlas, gemas y oro. Con una impresionante imagen de marfil. Bien es cierto que nada de todo esto es auténtico, con lo cual el precio es económico. Sea dicho de paso, los curas que queráis un crucifijo así, escribidme a fort939@gmail.com y os diré donde podéis conseguir que os hagan otro igual.

Si os fijáis en las fotos que pongo más abajo, esta cruz está diseñada para que los fieles también puedan ver al crucificado mientras hacen su oración en la iglesia y durante la misa.

Durante la misa, me gusta levantar la mirada y encontrarme con la figura de Jesucristo a la altura de los ojos. Las velas que veis no están colocadas por razón de ninguna festividad especial. Todos los días celebro con esas velas. Me gusta que desde todos los lugares del templo se vea el altar como una "fons lucis", fuente de luz. Ahora que en las iglesias han retirado las velas naturales, compenso esta carencia colocándolas en el lugar de más honor y en abundancia, pero con armonía; no una mera acumulación. Los cirios sobre candelabros siguen siendo seis como manda el misal. Las otras velas menores están como ornamento, para inundar de luz el ara.

Y digo inundar de luz, porque me gusta que en el presbiterio reine una cierta penumbra para que las velas resalten. Además, desde hace una semana, desde el momento de la epíclesis, una campana resuena desde dentro de la clausura y las luces se apagan, dejando el altar sólo con la luz de las velas para el gran misterio de la consagración.

Las dos fórmulas de la transubstanciación las digo a la luz de las velas. Al alzar la forma consagrada, tres o cuatro monjas tocan a la vez sus campanas. Y desde ese momento en que se alza a Cristo, en que aparece Cristo a los ojos, las luces del presbiterio se van encendiendo de forma gradual, es como un amanecer. Eso se debe al tipo de bombillas que usamos. El efecto es impresionante.

El último cambio que he hecho en este tiempo de Navidad ha sido que en el reclinatorio donde comulgan los fieles, dos señoras se colocan en cada extremo sosteniendo un lienzo blanco por las cuatro puntas. El mensaje es claro: ninguna partícula debe perderse. Mientras tanto, dos hombres sosteniendo cirios plateados me flanquean.

Jesús se merece todo esto y mucho más. Nada de insulsas sencilleces que sólo demuestran falta de amor. Todo altar debería ser precioso. En todos los estilos y en todas las estéticas, pero deberían ser verdaderamente hermosos.






Sunday, January 3, 2016

Primeras comuniones: ¿por qué no a los siete años, o incluso antes, si los niños saben lo que hacen?, por el P. Jorge González

No sé en otras diócesis, pero en Madrid, lo más común, es que los niños reciban su primera comunión en cuarto curso de primaria, es decir, entre los nueve y los diez años, y después de cursar tres años de catequesis, tras los cuales la inmensa mayoría desaparecen hasta vaya usted a saber cuándo.

En las parroquias, por la cosa de llevarnos todos bien, intentamos llevar esto a rajatabla por la cosa de tratar a todos por igual y que nadie se sienta ni discriminado ni privilegiado, lo cual acaba en una injusticia peor. Me explico.

El Decreto general para la aplicación del sínodo diocesano de Madrid recoge los “requisitos” para que los niños sean admitidos a la primera comunión:

“Los niños bautizados en la infancia son admitidos a la primera comunión cuando: conocen las oraciones básicas del cristiano y son capaces de dirigirse confiadamente a Dios Padre, a Jesucristo y a la Virgen María; conocen los contenidos esenciales del Mensaje Cristiano, de modo que entiendan el misterio de Cristo en la medida de su capacidad; han sido iniciados en la participación en la liturgia dominical y pueden recibir el Cuerpo del Señor con fe y devoción; han aprendido a valorar su incorporación a la comunidad eclesial, en la que están recibiendo la catequesis y continuarán su formación cristiana”.

Bien. Supongamos una familia de esas que no faltan a misa un domingo bajo ningún concepto, niños que asisten a la misa dominical desde chiquitines y a los que se ve perfectamente educados en la fe y sabiendo lo que se hacen, que rezan, que van conociendo el bien y el mal, que sabes que sus padres los están acompañando en la fe. ¿Qué problema hay en que esos niños puedan comulgar desde los siete años? Me lo expliquen.

El problema es que hay mucho miedo a que nos vengan con eso de que en la Iglesia tenemos que ser todos iguales, porque no es verdad. Cómo va a ser igual esa familia que no falta jamás un domingo a misa, que lleva una vida cristiana al menos en lo que a práctica se refiere, con unos niños que con cinco, seis añitos se saben las oraciones, asisten piadosamente a misa, van a rezar con los papás y los abuelos, que con esa otra que después de que llevo diez años en la parroquia acude al despacho y aún me pregunta que si soy el párroco. No necesitan todos la misma aspirina.

Ahora que está tan de moda eso de personalizar, me temo que tendremos que hacerlo en catequesis. Hay niños que no saben qué es una cruz ni han escuchado jamás el nombre de Jesús, familias que, viviendo en el territorio de la parroquia, me piden visitar el templo que ¡después de seis años de su dedicación! aún no conocen. También hay niños que acuden a misa con sus padres los domingos y a veces hasta los días laborables, que se acercan a la capilla de adoración perpetua, familias de misa diaria, misa dominical, adoración. No necesitan la misma catequesis unos que otros. Y me imagino que tendrá que ser el párroco el que decida, sabiendo que tendrá que cosechar quejas justo de los más alejados que pretenden una catequesis rapidita y que hasta a lo mejor se plantean la comunión por lo civil.

Nos tocará discernir a los sacerdotes de la misma manera que el médico pone tratamiento personalizado a cada enfermo o un buen maestro intenta apoyar individualmente a cada alumno. Pero eso de tres años de catequesis para todos… no funciona. Y me temo que voy a empezar a discriminar: ¿por qué un niño de familia creyente y practicante, que reza, que asiste a misa, que sabe perfectamente distinguir la eucaristía del pan común, que podría perfectamente recibir la comunión con sus siete años, va a esperarse hasta los diez porque una inmensa mayoría no tenga ni idea? ¿Por qué privarle durante dos o tres años de la recepción de la eucaristía si nos creemos su valor? Algo falla. Habrá que tomar medidas.

Fuente: infocatolica.com

Matrimonio y comunión eucarística en países empobrecidos, por Ángel Arnáiz Quintana

A este paso, la Iglesia se vacía de pobres. ¿Cómo se puede negar el pan de vida a miles, millones, de campesinos del continente latinoamericano y de todo el mundo porque no tienen ese rito eclesiástico en su haber?

¿Cómo puede un presbítero negar la comunión a un enfermo grave de cáncer porque no ha realizado el rito del matrimonio de la Iglesia, siendo así que es un padre ejemplar y un esposo admirable?

¿Cómo se puede negar el pan de vida a miles, millones, de campesinos del continente latinoamericano y de todo el mundo porque no tienen ese rito eclesiástico en su haber, siendo así que son padres y madres de familia que aman a sus hijos e hijas y se sacrifican por ellos, y como pareja son maravillosamente humanos?

¿Por qué se condena a matrimonios de emigrantes a quedar fuera de la comunión eucarística porque no tienen sus papeles de bautismo en regla y no se pueden casar por la ceremonia eclesiástica porque una guerra infernal, de hace años ya, les hizo que fueran bautizados y tengan problemas con su partida de bautismo que se ha perdido?

¿No puede una doctora, médico, comulgar el cuerpo sacramentado de Jesús cuando cumple llena de amor su trabajo con enfermos y es fiel en su matrimonio, aunque no se haya casado por la iglesia con el rito oficial por los motivos más diversos que pueda haber?

¿Dónde está el amor compasivo que Jesús proclamó como supremo mandamiento cristiano: sean compasivos como su Padre celestial es compasivo. ¿Dónde aparece el clamor de los profetas: conocimiento vivo, experimental, de Dios quiero, y no sacrificios (ritos litúrgicos hoy), misericordia en vez de holocaustos (leyes vacías de contenido humano)? ¿Dónde las bienaventuranzas?

Humillación tras humillación: una vida matrimonial, familiar, tan maravillosa en valores humanos y cristianos -no se desconocen los limitantes también de esta vida, claro- , no es digna de recibir el sacramento del amor de Jesús. No importa que haya un amor entregado, generoso, un amor fiel, sin otras relaciones, un amor permanente, vivido para toda la vida aquí en la tierra, esto es, las características del amor cristiano verdadero. Así les han tenido durante siglos: colonizados, humillados, marginados, y así se mantienen en lo más profundo quienes quieren ser fieles de la Iglesia.

Es más importante celebrar una ceremonia con la iglesia llena de flores, de músicos, de alfombras, de vestidos, de palabras, aunque la consistencia de ese amor ni se conozca. Vale más el rito que la vida probada de cada día.

¿Cómo no van a vaciarse las iglesias católicas en el mundo rural de todos los continentes si son considerados pecadores, o al menos, indignos de acercarse a comulgar? ¿Pero no fueron ellos los preferidos de Jesús de Nazaret? ¿No se dirigen a ellos antes que a cualquiera otros las bienaventuranzas? ¿No se rodeó Jesús de pescadores y gentes que no se habían casado ni siquiera por lo civil, que diríamos hoy? ¿No comía Jesús con los llamados pecadores? ¿No nos explicó el Apóstol que para ser libres nos libertó Cristo?

No nos extrañemos que las buenas gentes sean absorbidas por grupos religiosos que les hablan en directo a ellos y les reciben sin tantas trabas. La iglesia católica va a quedarse vacía de pobres a este paso, los preferidos de Jesús. Les hablo desde esta Centroamérica crucificada, desde un paisito pequeño El Salvador, pero es un clamor de todo un continente. No sean sordos a su voz.

Fuente: religiondigital.com

Saturday, January 2, 2016

Celebración de la Eucaristía en una zona rural de Perú, por César Luis Caro

Hay una serie de detalles que hacen que la celebración de la Eucaristía en nuestro país huayacho (Perú) sea deliciosa y curiosa a ojos españoles. Así que, antes de que me acostumbre del todo, me apetece contarlos, recordando cosillas que desde el principio me extrañaron, me hicieron sonreír o me emocionaron.

— Sobre la puntualidad:

Lo primero: la puntualidad (jeje). La misa “a las 7 de la noche” significa que será en la noche, es decir, cuando la gente ya ha regresado de su chacra, se ha bañado y ha cenado, y comenzará alrededor de las 7:30 o cuarto para las 8 hora peruana. Uno intenta, voluntarioso, llegar con antelación, y a lo más te encuentras a alguna viejita en la puerta de la iglesia, donde suele haber un poyete en el que el personal se va sentando a medida que va acudiendo, y allí nos saludamos, comentamos, etc.

— Los cantos:

- “¿Empezamos ya?”. – “Sí padrecito, ya no van a venir más”. El canto acá es mucho más importante que en España, no se concibe una misa sin cantar, así que previamente los agentes de pastoral han elegido las canciones, y las van anunciando para que la gente busque en el librito: - “El gloria el número 41”. Y todo quisque, muy serio con su cancionero (los que saben leer, claro), buscando y entonando.

— Todas las misas son de domingo aunque no sea domingo

Como lo habitual en la mayoría de las comunidades es que haya una Eucaristía al mes como máximo, todas las misas son de domingo: con gloria, credo, lecturas dominicales… y homilía. ¿Cómo va a haber una misa sin sermón? Impensable. Eso te obliga a prepararte y a predicar toditos los días. Voy dándome cuenta de que normalmente preparo ocurrencias que no les hacen risa, y en cambio otras palabras y expresiones arrancan del auditorio inesperadas carcajadas (he de aprender el humor de acá). Lo que no falla son los gestos chistosos, las tonterías que hago con la cara, los momentos en que más que un cura parezco un monologuista o un cómico (…).

— Las intenciones de misa:

Luego están las intenciones: a la gente le encanta que nombres sus muertitos. De repente te encuentras con una carrafilera de nombres (más que un equipo de fútbol, toda la liga completa…) que has de leer al principio de la celebración, en las peticiones y en la plegaria eucarística. Y en la consagración, cuando se elevan el pan y el vino, la gente musita alguna letanía como “Jesucristo entregado por nosotros”.

— Las ofrendas:

Las ofrendas son muy divertidas porque suele haber de todo, no solo monedas: pansito, fruta (es decir, plátanos), frejoles, yuca, chancaca… y muchas veces, una bolsita con huevos. Porque si se trata de compartir y uno no tiene mucha plata, pues trae productos de la tierra, las cositas con las que subsisten las familias si el precio del café se despeña.

— ¿Cuántos van a comulgar?

En el ofertorio siempre hay que pedir que “levanten su mano, por favor, las personas que van a comulgar”, porque en muy pocas capillas hay sagrario, de manera que no puede sobrar cantidad. Choca y sorprende que escasa gente se acerca a la comunión, y es porque muchos son convivientes, es decir, no están casados por la Iglesia y por tanto, como viven “en pecado”, no pueden compartir el Pan. Este es un asunto que me indigna y me entristece a partes iguales, y se merece otra entrada mientras el Papa escribe una encíclica fruto del Sínodo.

— La señal de la paz

El canto de la paz suele estar acompañado de palmas (como otros, y hay días que todos), y en los pueblos me dedico a pasar por los bancos y saludar uno por uno si me da tiempo. En Mendoza hay niños que suben al altar y me dan un abrazo con gran naturalidad y cariño.

— Contemplación después de la comunión

Después de la comunión, a menudo invito que “cerramos los ojos y hacemos un silencio para que cada cual en su interior le dé las gracias a Diosito”… y es impresionante qué capacidad de recogimiento tiene la gente. Toditos con los ojos cerrados, se escucha algún grillo en la noche o el rumor de una quebrada cercana, que son como adornos a este precioso silencio. El ratito suele acabar con la oración “Alma de Cristo”.

— Al finalizar la misa

Tras el “Pueden ir en paz”, casi siempre hay unos cuantos recipientes de agua que voy bendiciendo mientras se canta la copla de despedida (me pregunto qué hará la gente con ella), y a veces otros objetos como medallas, cuadros, imágenes, lápidas y cruces de cementerio (¡!), rosarios, abrebotellas de San Juditas, figuras del belén (en cualquier época del año), llaveros, etc. Bendices como quien come pipas.

Y cuando ya ha acabado todo, resulta que nadie se mueve de su sitio. A mí al principio eso me agobiaba un poco y me daba vergüenza (“¿pero qué pasa, esta gente no quiere irse…?”), toititos ahí callados, sentados viéndome quitarme los trapos. Pero es porque ahorita nos quedamos conversando sobre la marcha de la comunidad (catequesis, la liturgia de los domingos…) y problemas del pueblo; y a veces se invita al mismo tiempo a un cafesito, que es la manera sencilla de decir gracias, la palabra que más sobrevuela cada día nuestro Perú.

SOBRE EL AUTOR:

Nació en Mérida en 1970. Salesiano durante catorce años. Licenciado en Química y en Antropología Social y Cultural. Ordenado sacerdote en el año 2000 y desde 2004 miembro del presbiterio diocesano de Mérida-Badajoz. Trabajó durante diez años en el mundo rural extremeño. Allí descubrió el Movimiento Rural Cristiano, los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y, sobre todo, el Evangelio hecho vida concreta en la sencillez. En 2014 fue enviado como misionero a Perú, a la diócesis de Chachapoyas, a la parroquia de Rodríguez de Mendoza, que comprende la provincia entera del mismo nombre. Son 12 distritos y más de 100 pueblos en total. Forma parte del equipo de tres sacerdotes misioneros.